La realidad ha impuesto su mandato durante demasiado tiempo para que todos reflexionemos sobre lo mucho que apreciamos salir del confinamiento. Marina San José (Madrid, 1983) conoce esa sensación doblemente: su último trabajo en teatro, Escape Room, es una comedia «de miedo» que habla de todas esas tensiones que afloran cuando cuatro amigos ponen a prueba su amistad en el famoso juego donde la estrategia y la convivencia entre los miembros del equipo pueden dar con la clave para salir airosos.
La actriz está radiante con su regreso a las tablas. Junto a Antonio Molero, Leo Rivera y Kira Miró, acaban de reabrir el teatro Fígaro de Madrid con esta divertida comedia de Joel Joan y Héctor Claramunt que hace seis meses agotaba localidades. Y seguirán haciéndolo, porque reír es una muy buena salida.
En esa caja de sorpresas que también es el teatro, Marina ha encontrado un lugar en el que se maneja muy bien desde hace 15 años: “Me siento muy cómoda en el teatro, porque empecé ahí, aunque en realidad una es actriz en cualquier formato”, aclara, y lo dice ella, que en su currículum cuenta con la friolera de 423 capítulos en la serie Amar en tiempos revueltos… Y últimamente se ha hecho con un registro cómico muy interesante. “Cuando hay risas, el público está más presente, pero da mucho gustito oír a la gente en el patio de butacas”.
Actuar, viajar… comer
La nueva normalidad en teatro también ha impuesto sus normas. En su caso, el aforo reducido y las pertinentes pruebas serológicas y PCR. “Hemos cambiado algunos aspectos y gestos de la coreografía en escena, en vez de besos hay abrazos”, aclara. Y también, para los más hipocondriacos que se resisten a salir de casa, hace un llamamiento a la calma: “Piensa que en el teatro se toman todas las medidas de seguridad y que, al igual que vas a la compra y estás una hora en el mercado, con tu mascarilla estás seguro”, aclara. Y sin moverte de la butaca.
El teatro es un juego y un ejercicio de convivencia, pero con un aliciente extra: “Cuando haces teatro fuera de casa estás prácticamente las 24 horas del día con tus compañeros. Pero para mí son también giras gastronómicas, donde siempre estamos pensando en dónde comemos o cenamos. Es una gozada. Conocer las comidas de cada pueblo y cada ciudad es un gusto, te abre la mente, te cuenta lo que somos”.
Marina es hija de Ana Belén y Víctor Manuel, dos artistas que le han legado el amor por su trabajo de una manera muy natural y realista, algo muy valioso en momentos como el actual: “Ésta es una profesión para toda la vida y hay que hacerse a la idea de que hay parones, y que hay que saber gestionarlos. Pero cuando asumes que es tu forma de vida, es muy gratificante”, y lo dice agradecida, aunque reconoce que sus padres no son ‘de dar consejos’: “Ellos son más de ‘tira, aprende, equivócate y ya aprenderás”, cuenta. Lo que sí le han dejado, especialmente su padre, es un legado muy gastro. “En casa siempre se le ha dado mucha importancia a la comida y eso se nota, aunque yo de niña comía fatal…”, bromea.
Aquello se arregló y hoy es toda una gourmetilla: “Me gusta mucho cocinar, porque me gusta mucho comer”, confiesa. Y dio fe de ello tras su paso por MasterChef Celebrity donde, antes de entrar en el concurso, pasó por las cocinas de dos restaurantes madrileños: La Tasquita de Enfrente, con Juanjo López, para aprender la dinámica de un restaurante –“en una cocina no hay posibilidad de fallo, funciona como un reloj”–, y Florida Retiro, con el chef Joaquín Felipe, “que me enseñó a hacer un fumet maravilloso que me guardo para siempre, porque está riquísimo”.
La comida, para ella, es sinónimo de felicidad. Y lo resume en una escena real: “Después del confinamiento, el primer día que salí a una terraza y me sirvieron un menú, me eché a llorar”, pero eran lágrimas de alivio… y de alegría.
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