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Cómo la gastronomía eleva la narrativa de ‘Poor Things’

Mientras Bella Baxter prueba el mundo, descubre la comida como otra de sus grandes obsesiones.

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La gastronomía se proyecta como uno de los grandes placeres de Emma Stone en ‘Poor Things’, más allá del sexo o la literatura. Precisamente, la representación que aborda la película sobre ese tema logra enfatizar toda la narrativa y simbología que envuelve la oscarizada obra de Giórgos Lánthimos, el irreverente cineasta griego que presenta en ella una apología feminista basada en el arte de la provocación.

En el filme, Stone interpreta a una mujer revivida por el brillante y poco ortodoxo científico Dr. Godwin Baxter tras suicidarse. A partir de ese instante, se desencadena una fascinante comedia negra de fantasía que vislumbra la evolución, la defensa de la igualdad y la liberación de la protagonista; la cual va desbloqueando una serie de gustos y placeres a lo largo de ese viaje de autoexploración.

La búsqueda del placer

Precisamente en ese proceso sustancial en el que desea alimentarse de lo que ofrece el universo; hambrienta de la mundanidad que ya no poseía, descubre una de sus grandes obsesiones: el arte de comer y beber, encarnando una descontrolada actitud basada en una serie de hábitos alimenticios excesivos.

En este sentido, más allá de la ficción, Emma Stone describió la dificultad dietética que le supuso encarnar ese rol adictivo a la hora de comerse 60 pasteles de nata portugueses; como una interpretación incluso más compleja que representar las emociones o las extrañas peculiaridades de Bella Baxter.

Cuando Bella se escapa a una readaptada y alucinante Lisboa con el sofisticado y perverso abogado Duncan Wedderburn, se proyecta esa secuencia gastro clave de la película: el momento en el que la protagonista devora infinidad de pasteles de nata, como parte de esa aventura vertiginosa a través de los continentes en el que se libera de los prejuicios de su época. ‘¿Quién las ha hecho? Necesitamos más’, declara Stone en su fase ‘de niñez’ cuando come el primer pastel.

Sin embargo, Baxter no sólo se alimenta de pasteles, también de pain u chocolate, ostras, champán y muchos cócteles. Un banquete infinito en el que los arenques siempre están presentes en la mesa, aunque en muchas ocasiones no parezcan gustarle del todo.

Alimentándose de la libertad

En otra de las escenas culinarias decisivas de ‘Pobres Criaturas‘, los dos protagonistas están cenando en un restaurante de alta cocina, manteniendo un debate, y mencionando algunos platos de los que ahondan en su significado. Un pastel crujiente, filete de pescado o un caramelo en tarro, el cual podría tratarse de un pudim ovos, una receta famosa en todo el mundo que consiste en un flan cremoso de huevo cubierto con una salsa de caramelo.

Bella Baxter continúa trazando su viaje de redención hasta aterrizar en París. Una ciudad en la que más allá de redescubrir el sexo y el placer, entra en contacto con la cocina parisina. Allí, un filet mignon se ofrece como preciada moneda de cambio a uno de los personajes, mientras el chocolate caliente con pain au chocolat representa una muestra de consuelo para la protagonista.

Finalmente, el cierre de la película acaba de enfatizar esa narrativa cinematográfica en la que la comida y el alcohol se diluyen entre el surrealismo. Se trata de una escena final en la que Bella aparece sentada en una tumbona frente al castillo londinense brindando con un libro y un Martini por su libertad; dos de las expresiones clave de la obra con las que estimula su propia fantasía.