Personajes

Nadia de Santiago: «Un descafeinado con leche vegetal y un bizcocho para mí es como un abracito»

Curtida desde niña ante las cámaras, la actriz se lanzó junto a Pablo Santidrián e Inés Pintor a producir, guionizar y protagonizar la primera miniserie de Netflix en España.
FOTO: JAIME PARTEARROYO.

Ella es luz, es bondad, es transparencia y esto, que quizás antes solo sabían unos pocos, ahora nos lo ha puesto en bandeja a muchos a través de su trabajo más desnudo y honesto, El Tiempo que te doy. Curtida desde niña ante las cámaras, Nadia de Santiago (Madrid, 1990) se lanzó junto a Pablo Santidrián e Inés Pintor a producir, guionizar y protagonizar la primera miniserie de Netflix en España.

Tras un aluvión de nominaciones y halagos varios, analizamos con ella en el Restaurante Vega Álamo de Madrid todo lo acontecido. Con honestidad, con calma y con perspectiva, para disfrutar de todo lo bonito que le está pasando.

Tras muchos años en pantalla, en 2021 nos sorprendes desde el otro lado. ¿Cuándo decides dar el salto?

Siempre lo he tenido en la cabeza sin ser muy consciente. Con diez años pedí una cámara de video para Reyes y, con mis primas, me dedicaba a hacer pelis, teatros y recrear cosas de brujas. Ahí comencé a ser consciente de muchas cosas, pero fue en 2012, cuando estaba rodando Amar es para siempre, donde conocí a Pablo Santidrián, uno de los tres creadores de El tiempo que te doy, con quién me uní para hacer mi primer corto junto a Inés Pintor. Ahí empezó nuestro camino juntos en la producción.

Y de ahí a la creación…

Sí, era gente que tenía muchas ganas de crear cosas y el 2017 formamos la productora. Cuando acabé Las chicas del cable, Netflix estaba buscando gente que dominase el corto porque quería hacer un proyecto de miniserie y me dijeron: “Tú haces cortos, haznos una propuesta”. Y así fue como, desde nuestra productora, le presentamos dos ideas y entré aquí, por primera vez, como guionista y creadora.
¿Da vértigo un folio en blanco?
Sí, es algo que llaman ‘la resistencia del artista’; el sentarte y respirar para que te vengan las ideas y apostar por ellas. Pero con el equipo que tenemos montado y el regalo que nos hizo Netflix, ha sido como algo muy inconsciente; nos lanzamos y lo hicimos.
Gracias a vuestro atrevimiento, hemos disfrutado de una de las historias de amor más reales que hemos visto en pantalla, El tiempo que te doy.
Ha sido precioso, muy intenso, pero ha sido maravilloso. Hemos aprendido un montón y la verdad es que todo ha ido como muy rodado. Hemos trabajado muchísimo durante dos años, el equipo –tanto de rodaje, técnico y artístico– era gente muy ilusionada, muy motivada con el proyecto y que creía mucho en él.

¿Y a nivel personal?
Lo más sorprendente ha sido manejar un equipo, dialogar, ponerse de acuerdo, tomar muchas decisiones en muy poco tiempo y, sobre todo, saber usar el poder de la comunicación para intentar realmente transmitir lo que tú tenías en la cabeza para que después se pudiera plasmar y llegase al público.
Has visto el otro lado de la moneda…
He alucinado con la cantidad de trabajo que hay detrás. No era consciente de cómo tanta gente se pone de acuerdo para crear algo; es un trabajo en equipo impresionante, la verdadera obra de arte está detrás. Es alucinante cómo todo el mundo cede para que lo mejor para la obra salga adelante, y en este caso ha sido un proyecto muy honesto, bajo mi honestidad de lo que yo quería contar, muy desnudo y directo.

Volviendo a la trama, qué difícil es superar el duelo…

Al final, lo que duele es que no hay culpables. Son dos personas que durante nueve años se han querido muchísimo y por circunstancias de la vida, por caminos, por tiempos, por descuidos… no pueden continuar y eso es lo más doloroso. Para desarrollar la historia nos basamos mucho en las fases del duelo: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Esto era un pilar básico para poder contar una historia real, porque, aparte del duelo de pareja, hay otros duelos de los protagonistas y del resto de personajes.

Hablando de primeras veces: es la primera vez que interpretas un personaje escrito por ti.

Ha sido fácil por un lado porque, al escribirlo, sabía muy bien el arco del personaje, pero tenía una mayor responsabilidad. En todos los papeles intento ser honesta y dar lo mejor, pero en éste, quizás por el proyecto en general, lo sentía con una mayor responsabilidad que he disfrutado mucho. No quería quedarme en los personajes a los que quieres y con los que viajas, quería contar qué había detrás de eso, algo más profundo que era el duelo sentimental.

¿Cuánto hay de Nadia en Lina?

Hay mucho, ha sido una creación muy íntima.

Álvaro Cervantes ha sido un ingrediente imprescindible, ¿por qué él?
Totalmente, Álvaro ha sido todo para mí. Era muy importante crear una historia bonita para después vivir ese duelo yo sola en ese presente. Álvaro se ha involucrado con nosotros en el proyecto desde el principio, hemos ido los dos de la mano. Me cuesta describirlo con palabras, pero es que ha sido como mirarle y ya está. Ha habido muchísima complicidad, ha sido muy mágico.

Y tú, ¿qué tiempo te das?

Cada vez más y más pausado. Para mí es importante ir más despacio para poder digerir mejor las cosas para después poder disfrutarlas. Es muy importante estar para una misma para que todo esté más equilibrado.

¿Cuál es tu plato más emocional?

Una leche o un descafeinado con leche vegetal y un bizcocho. Para mí es como un abracito.
¿A qué huele Lanzarote?
A enfrentarte a ti, a descubrirte, a verte bien, sin ruido.

¿Eres vegana?

Fui vegana durante más de cuatro años, pero ya no. Durante la pandemia estaba más cansada y mi cuerpo me pedía comerme una hamburguesa, y dije: pues dásela. Desde entonces, he vuelto a comer carne y pescado, aunque no con mucha frecuencia, pero la verdad es que sí que lo tomo de vez en cuando. ¡Y no pasa nada por decirlo! [risas].

Para terminar, ¿estás cocinando nuevos proyectos?

Este 2022 habrá sorpresas, pero aún no me dejan contarlas.