Ni el caviar, ni la trufa ni una infusión de azafrán o una botella exclusiva de champán. El plato más caro de la historia fue una pizza. Sí, sí, has leído bien: una pizza. Bueno, concretamente dos pizzas grandes con cebolla, pepperoni, salchichas y champiñones por valor de 10.000 bitcoins. Estos son todos los detalles del plato más caro de la historia.
En 2010 un programador estadounidense llamado Laszlo Hanyecz publicó en la red social Bitcointalk un mensaje similar a este: «Pagaré 10.000 bitcoins a quien me traiga dos pizzas grandes. Me gusta la cebolla, las salchichas, el pepperoni, los champiñones y el tomate. Interesados DM y llegamos a un acuerdo».
Hace más de una década nadie esperaba el crecimiento exponencial de la criptomoneda y mucho menos un joven californiano de 19 años. Jeremy Sturdivant le envió a Hanyecz dos pizzas grandes de Papa Johns y tal como acordaron recibió 10.000 bitcoins, unos 41 euros en 2010.
El joven reconoció en 2018 que se lo gastó en viajes aunque tomárselo como una inversión habría sido mucho más rentable. Y es que a pesar de la caída de las criptos de los últimos días, el bitcoin tiene un valor actual de casi 30.000 euros cada uno.
Por lo tanto, Hanyecz pagó casi 300 millones de euros por unas pizzas, convirtiendo esta delicia de origen italiano en el plato más caro de la historia. Además, afirma que no fue el único pago de cenas que hizo con la criptomoneda creada por Satoshi Nakamoto. Laszlo gastó más de 100.000 bitcoins en pizzas, que al cambio actual serían unos 3000 millones de euros.
No solo nos ha dejado pensando en convertirnos en repartidores por un día sino que además, la historia de Hanyecz y Sturdivant dio lugar al Bitcoin Pizza Day. Un día internacional que se celebra el 22 de mayo y que tiene gran popularidad entre los inversores de criptomonedas.
Laszlo Hayecz declaró en el Cointelegraph que para él los bitcoin eran un pasatiempo y que se siente orgulloso de haber contrubuido a su desarrollo. «Si no lo hubiese hecho yo, hubiera sido otro» comentaba. En Tapas solo podemos pensar que ojalá hubiéramos sido nosotros los repartidores, invitaríamos a pizzas a todos nuestros lectores.