Si hay algo que nos dé más envidia que ver a los jóvenes magos hacer magia en esa escuela es ver los manjares de comida que se meten entre pecho y espalda cada noche en el Gran Comedor.
Nosotros también queremos que nos admitan en Hogwarts –y nos da igual a qué casa nos mande el sombrero seleccionador- porque nosotros sólo queremos formar parte de este universo de magia por sus noches de atracones alrededor de una mesa. Todavía no nos hemos recuperado de la escena en la que Ron come a dos carrillos, así que la noticia de saber que ya vamos a poder comer como auténticos alumnos de Hogwarts ha sido el mejor regalo que nos podían hacer.
Y como siempre, sólo Hollywood es capaz de conseguir algo así. Descubrir a qué sabe la cerveza de mantequilla y emular a Weasley arrancando toda la carne de una muslo de pollo es posible si nos dejamos caer por los parques temáticos, destinados a la saga en Orlando, Los Ángeles u Osaka.
Además, podemos degustar todos los platos que hemos visto desfilar por los banquetes de la saga repartidos en suculentos menús como el de Callejón Diagon, con pescado, patatas fritas, puré, salchichas y empanadas.
Un universo de magia tan dulce como los caramelos que vimos ver a Ron masticar película sí y película también. Sabores tan dispares como los referidos en las cintas nos esperan en las tiendas de estos parques temáticos.
Y de postre, no olvidamos las ranas de chocolate que tan locos nos dejaron en ese primer viaje en tren de camino a la escuela.