Opinión Adrián Delgado

Aunque a veces la influencia duela

Pilar Pascual tiene 23 años y es flamante Premio Nacional de Gastronomía. Es agricultora, ganadera e influencer. En Granada, donde ha subido al escenario a recoger su galardón, ha sacado los colores a quienes verdaderamente influyen con sus decisiones en el futuro de lo que llega al plato para ser instagrameado.

Lo reconozco, Pilar. No tenía ni idea de tu existencia hasta que la Real Academia de Gastronomía te ha dado el Premio Nacional al Talento Joven ‘Alimentos de España’ 2025. Fallo mío. Yo he fantaseado alguna vez con ser merecedor de él en mi categoría. No por lucirlo en casa, donde estaría absurdamente cogiendo polvo en la estantería. Sino por lo que significaría saber que algo de lo que he hecho en torno a esa preocupación compartida por el futuro de lo que llega a un plato ha merecido la pena. No soy académico (ni pelota), pero alabo el gusto a quienes sí lo son y han decidido premiarte tan pronto. Creo en el ejemplo y en seguir el de aquellos que se atreven a hacer algo más que quejarse. Este lunes, en Granada –el primer destino de estos reconocimientos fuera de Madrid en medio siglo– te quejaste. Pero tú puedes hacerlo con el crédito que te dan tus botas manchadas de barro y de mierda de vaca.

Hay quien rehúye la mierda como si no formara parte de la vida, de su vida. Como si no fuera con ellos o no la hubieran tenido nunca cerca. La obvian mostrando lo más amable y envidioso de su existencia a quienes tampoco quieren consumir esa cuota de inmundicia que les corresponde. Es más bonito hablar de sostenibilidad o del sello cruelty-free de cualquier producto. Les muestran a sus seguidores –¿qué importa quiénes sean y lo miserable de su existencia en comparación?– lo exitoso de su plan vital a corto plazo, de su cotidianeidad al vestir, vivir o comer lo mejor antes que cualquier otro mortal. Lo exhiben sin pudor y ganan mucha pasta. Bien por ellos y mal por quienes no tenemos ni idea de cómo lo logran.

Ellos comparten contigo el epígrafe –hoy laboral y con un flamante Código de Conducta de Publicidad– de ‘influencer’. Cenando contigo el domingo, con tu padre y con tu hermana en el Carmen de los Mártires de Granada, te quejabas de que tu ruido en redes no vende tanto como el de quien se pintarrajea la cara o se calza un chuletón del tamaño de un mamut entre sonidos guturales en un reel. Y tienes razón. Pero tu mérito está en que tu influencia está llamada al menos a intentar cambiar las cosas. Y además, veo que te divierte hacerlo.

Casi logras levantar al auditorio con tu discurso y al cocinero Paco Morales, también premiado, le pusiste la piel de gallina cuando subió a por su galardón. Lo tienes colgado íntegro en tu cuenta @agripilar para el que quiera conocerte. Solo faltó eso, pero te llevaste el aplauso más largo de la noche. Y yo, al menos, no te aplaudí con rabia porque fuera emotivo recordar el caso de tu compañero de lucha David Lafoz –busquen su historia–, foto en mano, junto a tu premio. Lo hice además por tu valentía al aprovechar tus tres minutos para sacar los colores a las administraciones presentes esa noche en el Palacio de Congresos de Granada, que son las que realmente tienen la capacidad de cambiar algunas cosas o de elevar tu queja (que es la de muchos) a quienes sí puedan hacerlo. Sinceramente dudo de que se hayan sentido apelados.

La influencia a veces duele. Como te duele a ti el campo, que el sacrificio de David Lafoz sea en vano, tus corderos o tu proyecto con los pistachos. “Todo el mundo hablando del chocolate Dubái y no tienen ni idea de qué es un pistacho”, me decías invitándome a cosecharlos contigo estos días en tu pequeño pueblo salmantino en la comarca de la Armuña, Parada de Rubiales. Eso nos importa a muy pocos, Pilar. Pero me hace ilusión que se lo ofrezcas a otros creadores de contenido con más seguidores que tú para sacarles de su contexto. Tú quieres su altavoz y ellos quieren saber cuánto les puede llegar a la cuenta del banco. No importa. Tú sigue porque es verdad lo que dices: el campo no solo puede vivir de reconocimientos.