Reportajes

Por qué Cadaqués es una deliciosa inspiración para muchos artistas

Picasso, Miró, Duchamp, García Lorca o, por supuesto, Dalí; pocos artistas se han resistido al encanto de esta localidad mágica a orillas del Mediterráneo.

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El pueblo de Cadaqués, el regalo de la Costa Brava, fue una fuente que fungió como luz incandescente para los artistas de hace un siglo que parecían luciérnagas buscando inspiración. ¿Algunos nombres? Marcel Duchamp, Pablo Picasso, Joan Miró, Federico García Lorca. Sabemos ya que fue casa de Salvador Dalí, pero vamos a ver cómo podemos saborearlo de modo contemporáneo más allá de su paisaje inmediato. Comencemos como aperitivo con este fragmento de un poema surrealista escrito por Dalí en 1927, en este sitio lleno de mediterráneo para una mujer llamada Lydia, de Cadaqués, que versa así:

Hay un desnudo color de luna y lleva su nariz.
Una botella de Anís del Mono horizontal sobre una madera vacía, simulando el sueño. Hay una sombra de aceituna en una arruga.

Las palabras tejen imágenes improbables con un leit-motiv: Cadaqués, que significa cabo de piedras por su paisaje resguardado entre las montañas y el fin de Los Pirineos. En este sitio existe un viento de ráfagas impacientes que zarandean corduras y provocan a los espíritus estructurados: la llamada tramuntana que sopla desde el noroeste como llevándose todo lo que nos sobra. Estoy entre oriundos catalanes y me dicen: “Ten cuidado, no vaya ser que te atrape la tramuntana. Ten cuidado, mucha gente llega por tres días y se queda años. Ten cuidado, no vaya ser que te enamores de Cadaqués”.

CADAQUÉS SIGNIFICA CABO DE PIEDRAS, POR SU PAISAJE ENTRE LAS MONTAÑAS

Antes, un poco más de su rol como musa: cuando hablamos de “cuadro de Dalí” a la mayoría de las personas les viene a la mente la famosa pintura de distintos relojes escurriéndose en un paisaje, cada uno con una hora distinta, con una playa y unas rocas en ese mismo lienzo: es Cadaqués, un paisaje detonador de creatividad para Salvador Dalí.

El cuadro se llama La persistencia de la memoria y fue pintado en el año 1931 en la casa que el artista y su esposa Gala tenían en Portlligat, un pequeño lugar de pescadores a tan solo unos minutos caminando de la bahía de Cadaqués. Según el libro homónimo La persistencia de la memoria, de la Fundación Gala-Salvador Dalí, una tarde el arista acudía al cine con Gala y sus amigos pero ante un súbito dolor de cabeza decidió quedarse en su casa para dormir. Antes, decidió echar un vistazo a su cuadro ya empezado que mostraba un paisaje marítimo catalán en un crepúsculo melancólico, y lo hizo al mismo tiempo que pensaba en el queso camembert “superblando” que había comido esa tarde en compañía. Seducido por la textura del queso, decidió dejarse llevar por las imágenes que llegaron a su mente: relojes blandos, uno de ellos colgando desde un olivo.

Casa-Museo Salvador Dalí en Portlligat.

Cuando Gala volvió del cine, Dalí había terminado la que sería una de sus obras más icónicas y trascendentales, La persistencia de la memoria, una pintura que proyecta la desmantelación del tiempo. En ella hay paisajes que siempre nos quedaran, lugares donde las horas pasan lento o desquiciadas. En este cuadro queda Cadaqués como un testigo del tiempo y la naturaleza inmaculada.

Cadaqués en 1931 o Cadaqués en 2023, casi cien años después del nacimiento de esa obra, sigue fundiéndose con el mar, sus barcas, el cielo entre rocas y ese faro que todo lo ve, el de Cabo de Creus, en el parque natural del mismo nombre, rodeado de calas.

Cuando hablamos de Cadaqués, además del surrealismo, nos referimos a una gran belleza color azul y la posibilidad de todos sus tonos: en lo alto, en lo bajo y en el horizonte. Azul coral, azul celeste, azul Capri, azul índigo, azul cobalto, azul cerúleo, azul marino, azul cielo, azul Cadaqués azulísimo en sus ventanas que contrastan con sus casitas blanquísimas y los acentos rosas de las bugambilias. ¿Será que se teje algo especial al existir en la frontera? Como si fuera una país pequeño, país mestizo, donde el sabor francés se teje con el catalán estando a tan solo una hora de Perpiñán, Francia.

Podemos leer en algunos menús de los pequeños restaurantes la oferta en francés: pescado sauvage que marida bien con vinos locales de la región del Cap de Creus. Y ya con hambre y sed de vida, ¿dónde comer?, ¿qué ver?, ¿dónde comprar?, ¿dónde pasear? Lo mejor es dejarse llevar y atender siempre a las recomendaciones de los lugareños para poder degustar este pueblo bajo el filtro del deleite y bajo la advertencia que la seducción de la sirena canta en cada esquina, algo que nos demostrará que que uno sí que vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.

Cadaqués: gastro, arte y música

Si son bienaventurados al llegar por la mañana, sobre la bahía hay un restaurante llamado Set Cadaqués con vista al frente marítimo en una emblemática casa catalana, ideal para desayunar o tomar un aperitivo. Este lugar combina a la perfección la tradición culinaria mediterránea con un toque de diseño y desenfado. A pocos metros está la heladería artesanal Joia, con la oferta de un sabor imperdible a gloria o helado de aceite de oliva y albahaca.

A continuación se puede caminar hacia la Casa Museo de Dalí –siempre habiendo reservado con antelación– para descubrir las paredes que hicieron de contenedor y expansor onírico a la dupla Gala y Salvador. Aquí podemos encontrar, junto a la cama de Dalí, una pequeña jaula para un grillo que tejía melodías a diario; también su colección de libros, los miradores hacia el mar, su sala de té y su estudio.

Para reponer fuerzas tras la visita, justo al lado de la bahía encontramos toda una joya, un verdadero regalo gastronómico llamado Talla, con vistas inmediatas al mar Mediterráneo. Talla es un espectáculo: para el paladar y la vista. ¿La sugerencia? Ponerse en las manos de Denis, Aileen y el resto del equipo que fungen como dignos guías de la experiencia. ¿Para tocar el cielo? Pedir la mezcla de ostras y el ravioli gigante de gambas. En realidad, pedir lo que sea es garantía de disfrute. La selección de vinos es en su mayoría del Ampurdán y de baja intervención, los platos son inspiraciones del Mediterráneo con toques propios.

Otras gozadas gastronómicas en este pueblo son Narita y el ya posicionado Compartir. Narita, una propuesta de Pablo y Nina, es un ensamble de comida japonesa donde protagonizan los mariscos, fermentos y los crudos en un maridaje perfecto con vinos naturales. La recomendación es el tataki de pluma ibérica con kimchi hecho en casa. Por su parte en Compartir lo exquisito es que cada plato tiene una vuelta y un sabor sorpresa: no hay que perderse la ensalada de tomates confitados, crema de parmesano y limón, así como el clásico papillote.

BARCA PARA VER EL CAP DE CREUS DESDE EL MAR ES UN MANDAMIENTO

Por la noche, para bailar, está en bocas de todos el Brown Sugar, un lugar montado entre las callejuelas de Cadaqués, ideado por un melómano, con una curaduría minuciosa que puede incluir desde música de los balcanes, Soul o clásicos de la world music como Cesaria Évora. Para rematar la noche y perdido en el tiempo está Café La Habana, que es algo así como vivir en una película de Humphrey Bogart.

Durante el día, un paseo en barca para ver el Cap de Creus desde la perspectiva del mar es un mandamiento, eso y constatar que después del horizonte no se acaba el mismo horizonte. Entre las calles laberínticas y empedradas se esconde también la galería de arte contemporáneo de Laila Armengol, Santa Rita, un tributo a la santa de las causas perdidas. Y finalmente, como un clásico que sigue viendo pasar la vida, está el ya mítico Casino, un edificio histórico frente al mar que reúne a los parroquianos de siempre y a los nuevos habituales viendo a los pasajeros ir y venir entre cervezas y vermús, como ejemplos de que el tiempo transcurre y que al mismo tiempo nada cambia.

Terminamos con esta frase de los textos autobiográficos de Salvador Dalí: “En este lugar privilegiado lo real lo sublime casi se tocan. Mi paraíso místico comienza en los llanos del Ampurdán, rodeado por las colinas de Les Alberes y encuentra su plenitud en la bahía de Cadaqués. Este país es mi inspiración permanente. El único lugar del mundo, también, donde me siento amado”.

¿Qué esperas? Toma tu coche o un bus y en dos horas desde Barcelona después de atravesar las montañas estarás en este exquisito paraíso surreal donde el placer persiste. Vaya que sí.

Fotos: Alberto Alcocer (Beco)