Gordon Ramsay (Johnstone, Reino Unido, 58 años) es sinónimo de alta cocina y fama mundial. Sus restaurantes con estrellas Michelin y sus programas televisivos, como Pesadilla en la cocina, lo han convertido en un referente culinario al que pocos se atreven a cuestionar. Si alguien sabe de cocina, es él, y sus trucos van más allá de los platos sofisticados. Incluso en lo más simple, como un huevo frito, tiene secretos bajo la manga que marcan la diferencia.
El huevo frito parece un plato sencillo de preparar: calor, sartén, huevo y listo. Sin embargo, quien lo haya intentado sabe que alcanzar la perfección es otra historia. Este humilde plato aparece en desayunos ingleses, almuerzos latinoamericanos, cenas europeas e incluso en combinaciones asiáticas. Puede servirse solo, sobre arroz, pan o patatas, y aún así, el mínimo detalle puede cambiarlo todo. Ramsay comparte su versión para que nadie más vuelva a fallar en esta pequeña batalla gastronómica.
El chef recomienda empezar con una sartén bien caliente y un chorrito de aceite al que se le añade un trocito de mantequilla, fundiéndose lentamente con el calor. Luego, los huevos se cascan cuidadosamente y se colocan en el aceite, asegurando que la yema quede intacta y que se mezclen ligeramente con la grasa derretida. Es un gesto simple que marca la diferencia entre un huevo común y uno digno de un chef.
Pero el toque maestro de Ramsay no termina ahí. Espolvorea sal, pimienta y unos copos de chile sobre los huevos y los hace girar fuera del fuego, sobre una superficie fría, para que no se peguen y se impregnen uniformemente de mantequilla. Un pequeño gesto que transforma un plato cotidiano en algo extraordinario, demostrando que incluso la receta más básica puede alcanzar la perfección si se siguen los consejos de un maestro.