Gastro

Picante: o lo amas o lo odias

El picante está presente en el ámbito gastronómico y la alimentación de todo el mundo desde hace mucho tiempo. Pero no a todo el mundo le gusta.
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O te fascina, o lo odias… o, simplemente, lo toleras. Así es el picante. Sin embargo, hay algo que es indiscutible: está presente en el ámbito gastronómico y la alimentación de todo el mundo desde hace mucho tiempo. Y no hablamos solo de las guindillas, los chiles, la pimienta o esas salsas que te dejan ‘on fire’, no. Porque hay otros productos mucho más habituales en nuestra culinaria que también contienen compuestos picantes, como el ajo, la cebolla o la cayena. Y no a todo el mundo gusta.

Pero empecemos por el principio. El picante (que, en contra de la creencia popular, no es un sabor) es una sensación que se percibe en la boca a través de las terminaciones nerviosas del dolor y que provoca, en mayor o menor grado (esto es, según la cantidad ingerida), un efecto de quemazón y picor. ¿Qué pasa? Que también existen varios estudios científicos que aseguran que, del mismo modo, genera un aumento de endorfinas. Es decir, incrementa una de las hormonas responsables de la sensación de bienestar y placer. De ahí que unos lo amen y otros lo odien.

Pros y contras

De todos modos, sea como fuere, y como todo en la alimentación y en la vida en general, los excesos no son buenos. Por eso, amantes del picante acérrimos, atentos: el consumo en demasía y de forma continuada de viandas ricas en picante puede alterar las mucosas del sistema gastrointestinal, llegando a generar dolores abdominales, úlceras, vómitos y diarreas (sin olvidar la aparición de hemorroides).

Pero por otro lado, y como ya hemos mencionado líneas arriba, su consumo también está asociado a otras reacciones que hacen que, en su justa medida, pueda llegar a ser interesante incluirlo en nuestra dieta de forma controlada. ¿Por qué? Porque estimula las secreciones del estómago y, por ende, favorece en cierta medida la digestión; porque tiene cierta función antibiótica y antiséptica, de ahí que en algunas culturas se use de forma tradicional contra las infecciones alimentarias; porque es un buen sustituto de la sal y tiene cierta acción antiinflamatoria en las arterias, activando la circulación; y porque tiene poder analgésico, lo que se traduce en que calma el dolor. Además, algunos estudios apuntan que puede ser un activador del metabolismo.

Restaurantes para poner a prueba tu tolerancia al picante

Kitchen 154, el formato autodefinido como «spicy food lab», arrancó en 2014 en un puesto del Mercado de Vallehermoso (Madrid) planteado como una tasca con barra. En 2018 creció con una segunda sede en Malasaña (definida como una «curry house», a día de hoy ya cerrada) y, en 2019, con una tercera en el garaje de La Virgen en José Abascal. En los dos locales que siguen en pie rige una fórmula común de cocina fusión… y picante, mucho picante.

En Oam Thong (Madrid) también defienden una cocina sin cortafuegos, en la que los matices picantes, perfumados y especiados se presentan con su real dimensión. Muchos de sus clientes acuden dispuestos a incendiar su paladar con el extremista nuea oam thong (infierno de entrecôte de buey), que gasta fama de ser el plato más picante que puede probarse en la capital.