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A Lisboa se va con hambre

Y con ganas de ‘sardinhas’ al sol, pasteles de belén y mariscadas junto al tajo. Pero, más allá de los tópicos viajeros, la capital portuguesa ofrece cocinas y cocineros para no perdérselos.

A Lisboa se va con hambre

Boi Cavalo

Rua do Vigário 70

Hugo Brito y Pedro Duarte reinventan, pero de verdad, el recetario tradicional lisboeta. Platos como el carpaccio de caballo con huevas de bacalao, la piel de morena o el cordero con membrillo y poleo hacen que den ganas de repetir y repetir. La sorpresa llega cuando vuelves dos días después (quien firma estas líneas lo hizo) y encuentras nuevas recetas. Imprescindible. 

A Lisboa se va con hambre

Leopold

Rua São Cristovão 27

Un local diminuto, romántico y tan bohemio como que está en el pujante (por fin) barrio de Mouraria, es el centro de operaciones de Tiago Feio. La ausencia de fogones sirve de excusa al cocinero para trabajar al vacío y con elaboraciones en crudo que ensalzan un producto impecable, como las legumbres del parque de Arrábida. Ojo a la mítica vajilla de Bordallo Pinheiro.

A Lisboa se va con hambre

Feitoria

Altis Belem Hotel Spa 

Uno de los mejores hoteles de la ciudad, del sello Preferred Hotels, alberga también este estrella Michelin capitaneado por João Rodrigues. La vaca madura (40 días) con mollejas, pimienta verde y crema de espinacas de uno de sus menús degustación merece por sí misma la visita. Una cocina atlántica y viajera, como la historia del país, y al borde del Tajo para empaparse de Lisboa.

A Lisboa se va con hambre

Mini-Bar

Rua António Maria Cardoso, 58

No podíamos dejar fuera a José Avillez, chef de Belcanto (dos estrellas Michelin) que, en su imparable crecimiento (suyos son también Cantinho do Avillez, Café Lisboa y Pizzaria Lisboa), recientemente inauguró este local en el Teatro São Luiz. El concepto aquí está inspirado en las tapas y los famosos petiscos portugueses. Informal, divertido y siempre hasta arriba.  

A Lisboa se va con hambre

Gambrinus

Rua das Portas  de Santo Antão, 23

Pocos placeres mayores que el de sentarse en la barra de este clásico y comprobar el magnífico ritual de José Fernandes y su equipo de principio a fin. La mantequilla, la mostaza, esa empanada de langosta, una carta de vinos de Madeira sin parangón y un delicioso café de vacío. Antes de irte, intenta dejar tiempo para una mariscada en otro clásico, Ramiro.