Buñol volvió a teñirse de rojo ayer 27 de agosto con la celebración de su emblemática fiesta La Tomatina. Este año, más que nunca, la cita se convirtió en un símbolo de recuperación y unión para los vecinos de la localidad valenciana, que todavía arrastran las secuelas de la DANA. Con el lema “Tomaterapia”, la edición número 78 se presentó como una invitación colectiva a dejar atrás la tristeza y celebrar la vida entre risas, tomates y alegría.
Desde primeras horas de la mañana, Buñol recibió a los más de 22.000 asistentes que acudieron desde más de 20 países distintos. A las doce del mediodía, un cohete marcó el inicio de la lucha tomatil. En ese instante, siete camiones descargaron 120.000 kilos de tomates no aptos para el consumo, con el objetivo de no generar desperdicio alimentario.

Esta edición estuvo marcada asimismo por la solidaridad y el colectivismo. Algunos participantes desplegaron banderas palestinas como gesto político, mientras que parte de los ingresos recaudados fueron destinados a la restauración del castillo de Buñol, dañado por la gota fría. Fue una Tomatina cargada de diversión, activismo y resiliencia.