Según indica la propia asociación, hace veinte años, cuando la certificación forestal era todavía un concepto incipiente en España, la Asociación de Propietarios Onubenses de Montes (APOM) tomó una decisión «adelantada a su tiempo: agrupar a propietarios forestales bajo un único sello de garantía, avalado internacionalmente, que demostrara que gestionar el monte podía hacerse con rigor técnico, visión empresarial y compromiso ambiental».
De este modo, en 2024, el grupo de certificación FSC gestionado por APOM sumaba 11.417 hectáreas. Solo un año después, en 2025, ha dado «un salto sin precedentes» hasta alcanzar 16.841,93 hectáreas y agrupar a 13 miembros con 38 Unidades de Gestión Forestal (UGF). Pero tras la creación del nuevo grupo PEFC, ya reúne 20.784,90 hectáreas, 18 miembros y 46 fincas forestales certificadas. En total, los socios de APOM suman 24 propietarios y 23.713,64 hectáreas gestionadas bajo criterios de sostenibilidad real, medible y auditada.
«Este crecimiento significa la consolidación de los objetivos que nos marcamos hace años. Aunar esfuerzos, intercambiar técnicas, aprender juntos, eso es lo que hace fuerte a este sector», sostiene la presidenta de APOM, Rocío Acosta.
«LA CERTIFICACIÓN COMO MOTOR RURAL»
Así, desde APOM defienden que el crecimiento de «no es solo cuantitativo», sino «sobre todo, estratégico», ya que cada hectárea certificada es «una hectárea que se mantiene productiva, viva y protegida frente al abandono, la especulación y los incendios». La asociación ha demostrado que gestionar el monte «no es una actividad del pasado, sino una pieza clave del futuro rural», puesto que «genera empleo, fija población, produce recursos renovables y crea ecosistemas útiles para toda la sociedad».
Ya en su última asamblea, la organización lo expresó sin ambages, argumentado que el monte «no es solo paisaje, es economía, es energía, es biodiversidad y es escudo climático».
Y es que del monte salen productos y servicios que sostienen economías y territorios como madera y biomasa, corcho, caza, ganadería extensiva, productos micológicos, miel y piñones, además de otros aprovechamientos como resinas, castañas o bellotas. A ello se suman los proyectos de absorción de CO2 –para la financiación sostenible y la compensación de huella– y los servicios ecosistémicos que las fincas certificadas prestan al conjunto de la sociedad (agua, suelo, biodiversidad, paisaje).
Esta economía forestal, cuando está certificada, es «valor y garantía para el mercado y para el territorio». «La certificación forestal es el camino para el futuro: diferencia nuestra gestión y nuestros productos y les aporta un distintivo de calidad que el mercado reconoce», celebra Acosta.
«VENTAJA COMPETITIVA QUE MARCA TENDENCIA»
Todos los integrantes del grupo FSC están también certificados en PEFC. No ocurre al revés, pero el camino está trazado, ya que la doble certificación «ya no es un objetivo para el futuro, sino un estándar para competir».
«La doble certificación amplía las posibilidades del sector y sitúa nuestros productos con un sello de calidad incuestionable. Los consumidores lo valoran, las empresas lo requieren y las administraciones empiezan a priorizarlo», explica la presidenta.
La certificación forestal no solo abre mercados, también permite acceder con ventaja a ayudas públicas, créditos verdes y financiación sostenible. «Y, sobre todo, legitima un mensaje clave: la madera, el corcho, la biomasa, la caza, los hongos y setas o la ganadería extensiva son recursos limpios cuando el monte está bien gestionado», indica Acosta.
Por ello, con más de 23.700 hectáreas certificadas en conjunto, APOM se posiciona como «uno de los mayores grupos de certificación forestal privada del país». «Andalucía nunca había tenido un referente tan claro en el sector: moderno, cohesionado, en expansión y con capacidad real de interlocución», señala la presidenta.
«Siempre hemos trabajado para dar fluidez y transparencia en la relación con la administración forestal. Representar más superficie es tener más capacidad de defender nuestros derechos», apunta Acosta.
El sector forestal onubense es «uno de los mayores de España y Europa», y el modelo que impulsa APOM -gestión sostenible, certificada y profesionalizada- está marcando «una tendencia que otros territorios miran con atención». De hecho, la asociación ya subraya la «importancia» de seguir impulsando proyectos de absorción de carbono, cadenas de custodia y formación técnica continua como palancas de competitividad y de financiación sostenible.
EL MONTE COMO FUTURO Y NO COMO RECUERDO
El «gran reto», afirma su presidenta, es social y cultural, ya que «el reconocimiento del sector forestal es todavía una asignatura pendiente». «El monte no solo se visita, sino que se gestiona, se trabaja, se cuida, se planifica. Y de ese trabajo depende mucho más de lo que la gente imagina», señala Acosta.
Al respecto, la presidenta remarca que «la muestra más palpable» es la capacidad de conservación que otorga «la buena gestión», ya que «la gestión sostenible es también prevención y es la mejor herramienta frente a los incendios forestales, porque planificar y trabajar el monte reduce el riesgo y multiplica los beneficios para todos».
«En definitiva, un monte bien gestionado, cuidado y rentable es un espacio al que se otorga una capacidad de prevención frente a los riesgos que no tendría en caso contrario, y ese espacio arroja beneficios no solo económicos para sus propietarios, sino medioambientales, culturales y saludables para el conjunto de la sociedad y una garantía de futuro en el más amplio sentido de la palabra para zonas rurales deprimidas que encuentran aquí su futuro», abunda.
OBJETIVOS
Por todo ello, desde APOM asegura que los objetivos están fijados: «Seguir aumentando superficie y socios, consolidar la doble certificación, abrir nuevas líneas de valor añadido (carbono, biomasa, productos no maderables) y reforzar el papel de la asociación como interlocutor clave entre propietarios, administración y mercado. «Queremos seguir creciendo en número de socios y superficie, avanzar en la doble certificación y fortalecer la asociación para la defensa constante de nuestros intereses», remata Acosta.
«Así, el sector forestal ya no es un fragmento olvidado de la economía andaluza. Es la base de un modelo de futuro que produce riqueza sin destruir territorio, que captura CO2 en lugar de emitirlo y que genera empleo donde más se necesita», concluyen desde APOM.