Planes

Gracia, un barrio para comérselo

Vista de Barcelona

Colores, sabores y sonrisas. Luz, calor y balcones llenos de flores. En el corazón de Barcelona, el barrio de Gracia descansa tranquilo entre la Diagonal y las colinas inclinadas del Parque Güell. Sus calles esconden decenas de historias, de músicas y de gentes venidas de todas las partes del planeta y la comida y los restaurantes forman un sabroso puente entre todas las culturas.

En Gracia se puede viajar a través de los sabores porque hay restaurantes de todo tipo. Comida japonesa, libanesa, nepalí, griega o vietnamita… el mundo se detiene, las papilas gustativas se preparan y ya solo importan los bocados del periplo gustativo.

Comer, beber, leer

Té Quiero (sí, sí, a ti) es una librería tetería perfecta para pasar un rato al mediodía o por la tarde. Es un rincón muy espiritual en el que importa tanto lo que bebes como lo que lees, lo que vives y lo que sueñas.

Si te has despertado un poco solo en la Ciudad Condal y echas de menos a tu madre o a tus amigos lo mejor es que visites la Gata Mala. Se trata de un bar pequeñito con dos puntos positivos a tener en cuenta: la calidez de la camarera (que te pregunta que cómo estás y te escucha al responder) y unas tapitas de regalo por cada consumición (algo poco usual en Gracia).

Algo que tienes que probar si vas a Gracia son las croquetas de calamares en su tinta de La Trini, un bar de comida típica catalana. Aunque no sean exactamente como las de tu madre seguro que te encantan.

La tarde es joven

Una vez que se te haya pasado la melancolía y estés preparado para salir con amigos por la tarde tienes muchísimas opciones. Si te decides a ir a La Ikastola es posible que no encuentres sitio porque a partir de las siete de la tarde su coqueta terraza interior blanca, con balcones en lo alto y vegetación por las esquinas se llena hasta los topes.

La cerveza y los diálogos fluyen animadamente en todas y cada una de sus mesas. Si te apetece tomar un copita barata en el típico bar de barrio puedes visitar Casa López y pedir un pacharán por dos o tres euros.

Por las mismas calles por las que se crió El Pescaílla se ven a decenas de personas degustando crepes y helados y disfrutando de música en directo.

Y para terminar el día no hay mejor plan que pedir comida japonesa en el Wok Verdi y ver una película en versión original en los Cines Verdi. Música, sabores y cine… ¿qué más se puede pedir?