Nombres propios

Enemigos íntimos: corazón ‘partio’

Estos bocados caseros siempre han sabido bien al calor del hogar. Aunque ellos no soportan que los quieras a la vez. ¿Con cuál te quedas?

La reina de la tapa
Dicen los documentos históricos que las croquetas nacieron en Francia en 1817 de la mano del chef Antonin Cáreme, pero siendo realistas, ¿cuándo has comido una mientras contemplas la Torre Eiffel o los Campos Elíseos? No hace falta que contestes, está claro que las ocasiones han sido más bien pocas. Sin embargo, si tuvieras que hacer una lista de los hogares, restaurantes y bares donde has saboreado este pequeño (pero matón) manjar que se ha versionado hasta la extenuación, no te bastarían los dedos de las manos. Y es que si algo tenemos que agradecerle a la cocina española –sobre todo a aquellas abuelas y madres que influyeron en ella–, es sugran capacidad para innovar. Desde las clásicas de jamón ibérico, pollo y huevo duro, cocido, boletus, hasta las rellenas de morcilla. Son tantas las opciones que nos ofrece esta delicia, fina y crujiente por fuera y cremosa y suave por dentro, que no podemos resistirnos a pedirla como tapa, entrante, plato principal o incluso cena. Eso sí, que sean siempre caseras y estén recién hechas.

Mi amiga la empanadilla

Antes de que llegase a España, el mérito de su origen se quedó perdido entre árabes, griegos e indios, por lo que poco se puede apostar a que sea creación cien por cien española. Lo que sí se puede asegurar es que es un emblema de amas de casa, de aquellas que se dejaban la piel haciendo masas desde cero (normal que ahora se rían de nuestra repentina obsesión por la masa madre) y cocinando rellenos con materia prima traída directamente del mercado (¡para que luego les contemos milongas con el Km. 0 y la temporada!). Calentitas y con el punto justo dorado, se servían en la mesa para dejarle una buena quemadura a la mano más veloz que fuese a rescatarla de esa servilleta ‘chupa grasa’. Con la llegada de la edad adulta y los trabajos 24/7, las empanadillas ahora son más comunes congeladas o listas para freír (u hornear, para los que están a dieta). Y aunque no saben tan bien, siguen cumpliendo en recordarnos que cualquier tiempo pasado en el que cocinase alguien más que no fuese nosotros, fue sin duda uno mejor.