A medida que crece el consumo de Ozempic u otros fármacos para adelgazar como el Wegovy, los restaurantes disminuyen sus raciones y modifican sus menús para satisfacer la demanda de un apetito reducido que ha cambiado los hábitos de consumo. El efecto directo de esta clase de medicamentos que imitan la hormona GLP-1 para suprimir el hambre, diseñados originalmente para combatir la diabetes o la obesidad, está desembocando en una tendencia ‘reduccionista’ dentro de la restauración, impulsada, en mayor medida, en Estados Unidos.
Cada vez más espacios gastronómicos están normalizando el hecho de replantear sus propuestas, y de ofrecer menús más pequeños con los que adaptarse a la falta de apetito de los consumidores activos de este tipo de sustancias. Drogas ‘milagrosas’ que producen una sensación de saciedad y de calma en el sistema nervioso, llevando a que sus simpatizantes reduzcan asimismo el gasto en comida y en restaurantes, al tener limitado el ‘placer’ en esos ámbitos.
Todo ello se debe al enorme crecimiento del consumo de este tipo de medicamentos, que, según un informe de la organización FAIR Health, ha aumentado casi en un 600% desde 2019. El resultado altera, en este sentido, el consumo de alcohol y de comida, con clientes que reducen sus pedidos y rebajan su ingesta alcohólica al tomar estos medicamentos, impactando directamente en los ingresos del restaurante.
Comida reduccionista
Espacios gastronómicos como Clinton Hall en Nueva York ya han incorporado en su propuesta platos como el ‘Teeny-Weeny Mini Meal’, una hamburguesa diminuta de 30 gramos servido junto a un puñado de patatas fritas, en respuesta del auge de los medicamentos GLP-1. Ese replanteamiento en la experiencia del restaurante, y reajuste del menú o del tamaño de los platos para los comensales con apetito reducido también ha llegado al restaurante estrellado del chef Heston Blumenthal, el cual creó una versión “Mindful Experience” de su menú habitual en respuesta a la demanda de platos más ligeros.
Dentro de esta tendencia, el lujo se vende en un bocado. Max Tucci, fundador de Tucci en NoHo, declaró al New York Post que su restaurante había empezado a ofrecer su arancini con caviar en una ración individual por 12 dólares, en sustitución del plato estándar de tres por 34 dólares, justificando ese cambio como “una ventaja que hace que se desperdicie menos comida”. ¿Llegará esta tendencia con proyección expansiva a revolucionar de lleno el sector culinario?