Reportajes

Cómo The Quilted Giraffe se convirtió en el Studio 54 de la alta gastronomía de Nueva York

Este extravagente restaurante encapsuló a la perfección la época en la que nació, como un retrato generacional de la efervescente escena creativa y artística posmodernista del Nueva York de los 80.

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The Quilted Giraffe abrió sus puertas en 1975 como un local modesto de la Segunda Avenida, que acabaría trasladándose a un lujoso espacio en el corazón de Manhattan, en el edificio Sony, con un diseño vanguardista frecuentado por las celebridades de alto perfil de Nueva York. Allí, más allá de la elevación estética, el precio del menú ascendería a unos 75 dólares por comensal, y a una cuenta media por mesa de 442 dólares -unos 1.050 dólares en moneda actual-.

Durante muchos años, The Quilted Giraffe sirvió de templo de la alta cocina en Madison Avenue, como el restaurante para la élite neoyorquina en el que, más allá de los rituales gastronómicos o las veladas, se sucedían constantemente episodios hedonistas de ostentación, excesos, dinero, euforia y decadencia escenificados en torno a sus mesas, baños o en su sala de objetos perdidos. Allí todo era posible.

BARRY WINE

El idiosincrásico restaurante de Barry Wine se convirtió en el más caro de Estados Unidos, entre 1975 y 1992, que reunía en sus mesas a personalidades como Woody Allen, Madonna, Mick Jagger, Trump, Jackie O, Gwyneth Paltrow, Diane Sawyer, Yoko Ono, Bernie Madoff o un elenco masculino de Wall Street que se hacían llamar ‘el club del esperma afortunado’. Todos ellos formaron parte y/o bailaron en esa misma fiesta interminable que fue The Quilted Giraffe.

Como si se tratase de una obra de teatro ecléctica interpretada por famosos, este restaurante se erigió como el lugar para ver y ser visto. Aunque en el centro de ese circo estaba su chef ejecutivo y propietario Barry Wine, cuya cocina funcionaba como un reloj mientras entretenía a sus clientes con bromas pesadas, pasaba el rato en su cocina con Madonna, o mantenía la expectación del público con experimentos o juegos; como una vez que sacó los mocasines de un cliente de debajo de la mesa para devolvérselos más tarde bajo una capa de plata como ‘postre’ sorpresa. Evolucionó hacia un lugar suspendido entre la suntuosidad y la sordidez que también co-dirigió Susan, la ahora ex mujer de Barry, encargada de las operaciones de atención al público.

Su elegante comedor decorado con elementos sencillos pero extravagantes, con paredes adornadas con manadas de jirafas, fue el nexo de unión entre las estrellas de cine, artistas, leyendas del rock, magnates de los negocios y poderosos políticos que chocaban copas de champán en mesas con caviar, sustancias ilegales y montones de trufas negras. Aunque, si hubo un plato estrella que deslumbró en The Quilted Giraffe, ese fue el llamado ‘monedero del mendigo’, que consistía en un paquete de caviar beluga y crema fraiche cubierto con pan de oro, que el comensal debía comer esposado.

Una noche cualquiera, su lista de reservas parecía así un ‘quién es quién’ de la élite neoyorquina, donde encontrarse desde John Weir Close hasta Mia Farrow, Diane Keaton o Adnan Khashoggi, en distintas mesas instaladas en ese mismo espacio y atmósfera de ostentación, excesos y lujuria convertido en el paraíso terrenal de las altas esferas del Nueva York de los 80.