Reportajes

Cómo Barcelona y su gastronomía marcaron la obra de Picasso

La estancia del artista en la capital catalana estuvo marcada por sus cafés y restaurantes, donde disfrutó de una gastronomía que acabaría marcando su obra de manera decisiva.

Un premio Nobel toma notas de todo lo que ocurre mientras hace la compra, Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973) lo hace descongelando todo lo que hay en las neveras, plasmándolo en formatos artísticos de todo tipo. Considerado uno de los artistas más grandes del siglo XX, se calcula que su legado supera las 1.900 pinturas, 7.100 dibujos, 1.300 esculturas, 345 tapices y 2.300 cerámicas, todo un mundo diverso en el que también refleja la gastronomía, con más de 200 obras en distintas épocas de su carrera.

El artista malagueño desarrolló parte de esa obra durante su estancia en la Ciudad Condal, y nadie conoce mejor esta etapa creativa que Emmanuel Guigon (Besançon, 1959), director del Museo Picasso de Barcelona desde 2017 y una de las máximas autoridades en la obra picassiana. Doctor en historia del arte contemporáneo por la Universidad de La Sorbona (Francia), Guigon se especializó en vanguardias históricas europeas y arte español moderno y contemporáneo.

El Museo Picasso de Barcelona, que abrió sus puertas al público el 9 marzo de 1963, “es el que tiene la colección más importante del artista, el único de creación propia sobre él y el que Picasso hubiera querido, porque está hecho con las obras que donó a la ciudad”, –señala Guigon–. Ahora acoge más de 4.000 obras de diversos periodos. Por él pasaron en 2023 más de un millón de personas (el más visitado de la ciudad), de los que un 16% es público local. “Esta cifra me hace muy feliz, porque el público local empieza a implicarse más, ya que antes de la pandemia solo venían un 2%. Además, se ha convertido en un motor económico para Barcelona”.

La cocina como eje revelador

Guigon transmite entusiasmo y un enorme amor por Barcelona. Bajo su dirección se organizó hace seis años la exposición Picasso y la cocina (hay un libro al respecto que asesoró Ferran Adrià). Guigon indica que la cocina es un tema que emerge al mismo tiempo que el artista, y se mantiene en todos los formatos: objetos cotidianos como la botella de vino, un pollo asado o pescados, se convierten en protagonistas desfigurados de sus bodegones cubistas; cerámicas como Escena de corrida con pescado (1957), en la que el artista incrustó la raspa de un lenguado acompañada por la emblemática fotografía de David Douglas Duncan mientras Picasso se comía este pescado; o esculturas, como el famoso Vaso cubista de absenta (1914) o Cabeza de mujer (1929), e incluso poemas con numerosas referencias gastronómicas en las que el genio aseveraba: “He pintado como si me lo hubiera comido”. Y es qué para un creador, el propio acto de comer y digerir es una metáfora. Ya lo dijo Heráclito: “Los dioses están en la cocina”.

EN ELS QUATRE GATS PASABA HORAS CREANDO CARTELES Y ELEMENTOS COMO EL “MENÚ DEL DÍA”

Barcelona conserva mucho del paisaje real, emocional y del aroma que llena las obras del pintor malagueño (hace unos meses el museo ha publicado la guía de lugares picassianos Barcelona), a la que llegó con su familia por primera vez con 14 años y que se convertirá en su ciudad de adopción durante nueve años. En ella estudió Bellas Artes, trabajó, empezó la revolución y se embarcó en su Etapa Azul (1901-1904). Más tarde se trasladó a Paris, y en 2017 regresó de nuevo a la capital catalana con los Ballets Rusos, aprovechando la interpretación en el Liceo de la bailarina Olga Jojlova, que luego se convertiría en su mujer, musa y modelo de varios de sus cuadros. Ella se hospedaba en el Hotel Ranzini y desde la ventana de su amada pinto el paisaje que observaba, como el óleo El Paseo de Colón, que se encuentra en el museo barcelonés, al igual que el conocido cuadro El Arlequin. Volvió, por última vez, antes de la Guerra Civil, aunque siguió teniendo relación con la ciudad hasta su muerte.

Los restaurantes como inspiración

“De su estancia en la Ciudad Condal no hay que olvidar –destaca Guigon– el papel de los bares y restaurantes como lugar de encuentro de reuniones y tertulias del artista malagueño con su pandilla de amigos artistas, intelectuales y bohemios. En ellos pintaba oleos, bocetos, dibujos y carteles”. Entre los locales míticos vinculados a Picasso en esta etapa se encuentra Els Quatre Gats, donde pasaba horas creando carteles y elementos gráficos, como el diseño del menú, del “Plato del día”. Todo ello quedó reflejado en su primera exposición pública, en febrero de 1900. En esta etapa frecuentó otros bares de la ciudad como el Gran Café Continental, pasando por el Gran Café Restaurant Tibidabo o el bar Marsella.