Desde que salió en la última entrega de James Bond, Sin tiempo para morir (2021), lanzando puñetazos y patadas con tacones de aguja, sabíamos que la actriz Ana de Armas (La Habana, Cuba, 37 años) es una profesional de ‘armas tomar’. Ahora, aún más, desde que también ha vencido a las alitas del infierno de HotOnes, sketch para el que ha entrenado muy duro, esta vez, sus papilas gustativas.
¿Qué por qué se ha sumado ha otra experiencia de riesgo en su carrera? Porque no hay un reto que le presentes a la actriz de Blonde (2022) que no quiera superar con creces. En estos veinte minutos de arder en el infierno gustativo, Armas ha promocionado su nueva película Ballerina, el más dulce spin-off del universo John Wick pero que contiene el mismo nivel de acción y batallas cuerpo a cuerpo. Cuenta que para conseguir su estilo de lucha, «tuvo que fusionar la estética de ballet, un poco de humor, letalidad y la sensación es estar sufriendo mientras lucha en un mundo de hombres». A esto último, su presentador, Sean Baker, dijo que se asemejaba a comer estas alitas picantes, ya que «cada bocado te impulsa a probar más y más, aunque duela«.
La tierna protagonista de Knives Out (2019) confesó muchas anécdotas de sus rodajes. De esta producción mencionó cómo practicó con distintas mezclas, de la mano del director Ryan Johnson, para conseguir el vómito más real de todos. El ganador fue comida de bebé con tropezones, «para poder arruinar la preciosa cara de Chris Evans«. También admitió que tras cantar en la escena de la cena en Eden (2024) descubrió que la música no es uno de sus dones y que el secreto para un mojito excelente es el punto perfecto de azúcar u siempre utilizar el ron blanco de Habana 3.
Sin ella creérselo, ya había superado la décima alita -la más letal- y estaba a punto de decirle a todo su equipo «toma ya» -incluido su abogada, que vino exclusivamente para apoyarla o reírse de ella- al haber superado este Olimpo del picante televisivo. Acabó la prueba sin sentir ni una pizca de su boca, pero con una decisión bien clara. Cuál sería su hipotética última cena: al más estilo cubano, pediría arroz y alubias negras -sus favoritas-, ropa vieja, tostones y picadillo, en conclusión, una cena condimentada y cómoda, no spicy como la de programa.
Finalmente, se despidió recomendando las mejores películas de Marilyn Monroe –Some Like It Hot, Los caballeros las prefieren rubias, Niagara y El príncipe y la corista– y la manera más letal de acabar con un enemigo en ese mismo escenario. Confesó que cogería la salsa número 10, ya que al ser la más mortal, rompería su botella y le estamparía la cara en ella, para que sufriera el dolor del cristal y de su picante.