El estudio, publicado en la revista Estuarine, Coastal and Shelf Science, demuestra que, ante la disminución de sardinas y boquerones, los jóvenes atunes han incrementado el consumo de jureles (Trachurus spp.), mostrando una notable capacidad de adaptación a los cambios del ecosistema.
El trabajo, que analiza muestras recogidas en el Golfo de Valencia en 1989, 2012-2014 y 2018-2019, combina técnicas clásicas de análisis de contenido estomacal con el uso de isótopos estables para reconstruir la dieta y el papel trófico del atún rojo juvenil a lo largo del tiempo.
«UN DEPREDADOR OPORTUNISTA Y FLEXIBLE»
«El atún rojo es un depredador oportunista y flexible. Nuestros resultados muestran que responde a los cambios en la disponibilidad de presas, lo que le permite adaptarse a un entorno cada vez más alterado por la sobrepesca y el cambio climático», explica Joan Giménez, investigador del Centro Oceanográfico de Málaga del IEO-CSIC y autor del estudio.
El estudio concluye que las preocupaciones del sector pesquero sobre el impacto del aumento de la población de atunes en los stocks de sardina y boquerón no están justificadas, al menos en el caso de los ejemplares juveniles.
«La proporción de sardinas y boquerones en la dieta actual de los juveniles es muy baja. No hay evidencias de que su recuperación esté afectando a las poblaciones de pequeños pelágicos», añade Marta Coll, autora del artículo e investigadora del ICM-CSIC.
Además, los resultados sugieren que la reducción de sardinas y boquerones en el Mediterráneo occidental se debe más a factores como la sobreexplotación, el aumento de las temperaturas y los cambios en el plancton que a la depredación por parte del atún.
El estudio forma parte de los proyectos SEINE-ETP y PELWEB, financiados por el Ocean Stewardship Fund y el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, y contó con la participación de científicos del ICM-CSIC, el IEO-CSIC (centros oceanográficos de Gijón, Málaga y Murcia), la Universidad de Cádiz y el Campus de Excelencia Internacional del Mar (CEI·MAR).
Los muestreos de atunes fueron posibles gracias al programa de seguimiento que lleva a cabo del Grupo de Túnidos del Centro Oceanográfico de Málaga (IEO-CSIC).