A quién no le gusta, estando tumbado al sol en la playa, que le digan eso de: «¿Nos vamos al chiringuito?». Es oirlo y sonreír al instante. Y es que estos lugares, que bien podrían llamarse pequeños paraísos, tienen todo lo que el verano necesita: una ubicación privilegiada, comida apetecible, comensales felices, vistas al mar, y una de las cosas más importantes: una ausencia completa de estrés.
BE PAPAGAYO
Lanzarote
En lo alto de una cala que parece sacada de una postal este chiringuito blanco y azul se asoma al mar con una terraza que lo tiene todo: vistas infinitas, brisa constante y una carta que mezcla lo local con algún que otro guiño a cocina viajera. Se empieza con papas con mojo, pero también con una ensaladilla rusa con caballa y caviar o rabas al alioli de lima. Luego llegan los arroces de Pedro Santana y, si hay suerte, cae lubina o vieja del día. ¿De postre? Su famosa tarta de queso de cabra con pimentón de la Vera o la mousse de gofio. Localismo del bueno. Entre plato y plato, se cuelan atardeceres de infarto, sesiones de yoga o brunch.
BESO BEACH
Formentera
Todo empezó con cuatro tablas sobre la arena y una idea clara de Rafa Viar y Angie López: montar algo que no solo sirviera comida, sino felicidad. 13 años después, el invento sigue tan fresco como sus famosas sangrías de cava. En Cavall d’en Borràs, rodeado de aguas cristalinas y salitre, este chiringuito se ha convertido en uno de los míticos. Aquí se come bien -muy bien- con una carta que va del mar a la parrilla: mejillones a la brasa con salsa cañera, carpaccio de gamba roja con caviar Beluga, arroces con carabineros o la mítica langosta con patata, huevo y trufa. Temporada tras temporada, efectivamente, #nohayveranosinbeso.
BLUE BAR
Formentera
Azul por fuera y psicodélico por dentro. Dicen que aquí estuvieron Jimmy Hendrix y Pink Floyd. Leyenda o realidad, este chiringuito lleva desde los años 60 haciendo que Formentera vibre a otro ritmo. Enclavado sobre una duna en Migjorn, empezó siendo un refugio hippy y hoy sigue siendo uno de los lugares más surrealistas de la isla, gestionado por Rico Hartmann. Comida mediterránea de día, buen rollo de tarde y cuando cae la noche, una transformación. Lo mismo toca un DJ, que un grupo de música. Y si es domingo, Alien Show con un extraterrestre gigante con zancos bailando frente al mar como si no hubiera mañana.
CALA CLÉMENCE
Jávea
Llegar hasta aquí no es simplemente plantarte en un chiringuito: es desbloquear Portitxol, una cala que no está precisamente a mano, y su acceso no es para flojos de espíritu ni de calzado. Pero el esfuerzo merece la pena y lo mejor, es que tiene recompensa. Colgada sobre el mar, te toparás con una terraza con vistas de postal y puertas azules que han salido más en Instagram que muchos famosos -aunque de visitantes de estos también van sobrados-. Una carta variada y muy sugerente. Eso sí, si consigues mesa en la casa de Marta Iglesias y Eric Slama, ya puedes sentirte realmente por afortunado.
CALA JÓNCOLS
Roses
Corría 1955 cuando el hotel donde se enclava este chiringuito abría sus puertas. Veinte años después, recayó en las manos de la familia Gómez Alvaz que hoy sigue al frente. Tras tragar pista de tierra durante varios kilómetros, llegas al Nirvana, una cala escondida en el Cap de Creus, donde todo tiene sentido. Con la sostenibilidad por bandera, han posicionado este rincón casi sin cobertura, como un emblema de buena cocina. Pescados, mariscos y bivalvos que salen de su propia barca, arroces memorables, bien de pan tumaca y vinos naturales de su microviñedo. No es el típico chiringuito, quizá por eso se disfruta el doble.
CA’S PATRÓ MARCH
Mallorca
Un intento de secuestro los hizo más famosos de lo que ya eran… En sentido figurado, claro. Fue una escena de The Night Manager, protagonizada por Hugh Laurie y Tom Hiddleston, la que lo puso en el mapa internacional. Pero no lo necesitaban, porque este negocio de la familia Rollán ya formaba parte del imaginario balear: mesas encaramadas a las rocas, apenas una barandilla de madera y el azul del agua como compañero de mesa. La cocina no necesita inventos: pescado del día -mero, cap roig, denton, etc-, calamar a la plancha, ensalada de tomate mallorquín y pan con alioli. Si vas, entenderás por qué aquí todo sabe a verano eterno.
CAP SA SAL
Girona
Un acantilado en Begur se lleva todos los elogios. Y no es para menos, porque allí arriba, con vistas de infarto a la Costa Brava, se encuentra un chiringuito que se ha ganado a pulso estar entre los mejores. Aquí no vienes a ponerte morenito, vienes a comer bien y pasar un buen rato en manos de Massana Feliu y Miquel Arpa. La carta es su gran reclamo: cocina de temporada, producto de proximidad -del mar que domina la vista- y arroces. Empezar con unas anchoas de L’Escala, seguir con gamba de Palamós y coronar con el arroz negro estilo pescadors. El resto lo pone la sombra de los pinos y el mar murmurando de fondo…
EL BALNEARIO
Málaga
El Balneario de los Baños del Carmen, inaugurado en 1918, revolucionó el concepto de ocio en Málaga al permitir por primera vez que hombres y mujeres compartieran espacio para bañarse en el mar. Este enclave emblemático se convirtió rápidamente en un punto de encuentro para la burguesía malagueña, ofreciendo instalaciones tan innovadoras como una pista de baile o una fuente de vino de Jerez. Hoy, gestionado por Gerardo Lumbreras junto a otros empresarios, continúa siendo un lugar querido por los malagueños, con una gran oferta gastronómica frente al mar, y ha sido declarado Bien de Interés Cultural por su valor etnológico.
EL CRANC
Altea
Frente a la isla de L’Olla, este clásico con vistas al mar lleva más de cua- tro décadas sirviendo Mediterráneo puro y duro. Lo fundó Pepe “Barranquí” -cronista de Altea y anfi trión de los que ya no quedan-, y hoy su legado sigue vivo en cada plato, en cada mesa. La cocina la comanda ahora César Marquiegui, que mantiene la esencia marinera con su aspencat con capellán, el calamar relleno, la ensaladilla con huevo frito al ajillo o el arroz de rape con almejas y ajetes. En el techo, los dibujos del artista Jorge Parra le han dado nueva vida al espacio, y su trazo también firma esa carta tan deliciosa.
EL MIRADORIU
Playa de Vega (Asturias)
Aquí, donde antes sonaba Julio Iglesias en bucle y se bailaba en el mítico Superman, ahora se sirve pulpo a la gallega, revuelto de berberechos en conserva Güeyu Mar y fabada a pie de playa. Claro, porque es el hermano pequeño del templo marinero de Abel Álvarez y lo lleva Luisa Cajigal, su mujer. Aquí se cocina con fundamento: producto, brasas y cocina sencilla y sabrosona. La carta es un homenaje al mar: chipis de aquí, sardinas plancha, tacos de bonito o ese rey que vuelve a todos locos en la casa de al lado. La terraza da al mar y todo tiene ese punto justo entre casa de comidas y chiringuito bien llevado. Y seguramente el cómputo de todo, sea el secreto de su éxito.
EL PUNTAL
Somo (Cantabria)
Que solo se pueda llegar a este chiringuito en barco, ya dice mucho de él. Alejado tampoco es que esté. Pero solo se puede llegar en barca o cruzando la ría de Santander en marea baja. Ricardo Tricio, al mando desde hace décadas, ahora junto a su hija Elena y su yerno Rubén, ha convertido este espacio en uno de los más queridos (y deseados) del Cantábrico. La carta es un festín: percebes, carpaccio de gamba, rabas de las buenas, bonito estilo Roly, y delicias como el magano de guadañeta cuando el mar lo permite. Los hay que también se acercan en busca de pescado del día o sus ya famosos chuletones. Ellos mismos afirman que “en el paraíso todo sabe mejor”. Y no le quitamos un ápice de razón.
EL REFUGIO
Zahara
Este sitio, propiedad de Antonio Mota, no acepta reservas, no tiene pretensiones y, sin embargo, lleva años siendo punto fijo en Zahara para quienes no quieren renunciar ni a la playa ni a comer bien. Lo suyo es cocina ‘zahareña’ de la de siempre, pero afinada y adapta a todos, sin gluten, sin aditivos y con todo el sabor intacto. Las papas aliñás y el choco frito son un sí para abrir boca, el atún encebollado es imprescindible y luego están esos dos platos que se han hecho míticos: el güenígimo y el malígimo, montados de atún rojo, uno con mermelada de cebolla y el otro con manteca colorá.
EL SALADERO
Málaga
Una casita blanca sobre la arena, mantel de papel y el olor a espeto flotando en el aire. Así de sencillo y así de perfecto. Abierto desde 1965, este clásico de Caleta de Vélez ha pasado de bar marinero sin carta a templo del pescaíto bien hecho. El chef Dani Carnero lo tiene claro: “el mejor chiringuito que hay en Málaga”. Y razones no le faltan. Aquí hay alegría servida en forma de boquerones fritos, cigalas, gambas, concha fina, croquetas de gambas y puerro, patatas con carabinero y huevo frito o el mítico atún con tomate. Todo fresquísimo, elaborado con producto que llega a 400 metros, directos desde la lonja.
ES BRUC
Menorca
Hay algo reconfortante en saber que, año tras año, este negocio de Bosco Triay sigue ahí, plantado sobre la arena, como si fuera parte del paisaje. En Sant Tomàs, una de las zonas más tranquila de Menorca, este chiringuito con décadas de historia ofrece justo lo que uno quiere cuando se sienta frente al mar: un poco sombra, brisa marina y platos sencillos pero reconfortantes. Hay croquetas, ensaladilla rusa -la estrella de la casa- y pescaíto, claro, pero también maravillas locales como el frit mariner, con calamar, sepia, mejillón y verdura salteada. Dicen que comer bien es un placer, pero con estas vistas al mar, ¡es otro nivel!
ES FUMERAL
Ibiza
Lo que antes era un chiringuito cualquiera con sombrillas de Coca-Cola, hoy es uno de los sitios más excitantes del verano en Cala Nova. Bajo la dirección de Alberto Pacheco -jefe de cocina en Estimar y socio de Rural con Rafa Zafra-, se ha convertido en ese lugar con el que todos sueñan, con una idílica terraza con el mar como panorámica. Fue T de Oro en Baleares y más que merecida. Huevos con espardeñas y papada, tortilla vaga de atún, frituras impecables, esa gilda homenaje a la de Estimar… Y tantas cosas más. De postre, la cheesecake de flaó se ha hecho su propio club de fans. Ibiza en estado puro.
JONDAL
Ibiza
Todo el mundo quiere ir. Y con razón. Porque lo de aquí no es solo comer (que también), sino vivir una coreografía afinadísima entre cocina, servicio y una vibra que ha conquistado, desde actorazos de Hollywood -véanse todas las veces que lo ha pisado Dicaprio, entre muchos otros-, hasta el resto de los mortales. Rafa Zafra lo ha convertido en templo marino con elaboraciones suculentas a las que apetece hincar el diente cuanto antes. Marisco de primera, frituras memorables, pescados frescos… Y mucho caviar. Es el chiringuito entre los chiringuitos gastronómicos. A pie de playa y con una parte de ambiente más informal.
LA FONTANILLA
Conil
La Fontanilla no es solo el nombre de una de las playas con los mejores atardeceres de la costa gaditana, es también el de uno de esos restaurantes que llevan más de medio siglo haciéndolo bien. Abierto en los años sesenta por Pedro Pérez y Fernanda Rubio, hoy es su hijo quien sigue al frente, manteniendo el espíritu original. A pie de arena, entre el comedor amplio, la terraza con vistas y un expositor de mariscos que parece una joyería, lo difícil es elegir. La carta es un homenaje al mar: albóndigas de corvina, huevas de caballa al ajillo, arroces al estilo de Cádiz y hasta 11 formas distintas de servir atún rojo de almadraba.
LA MILLA
Marbella
No es fácil mantenerse una década en primera línea. Menos aún con los pies en la arena y una carta que cambia casi a diario. Pero aquí lo hacen. El proyecto de Luis Miguel Menor y César Morales ha ido creciendo hasta convertirse en uno de los referentes de la Costa del Sol. Y todos van por su cocina: marisco y pescado del día, espetos, frituras… Y concesiones a cositas más contemporáneas como un brioche de gamba blanca con limón o un ceviche andaluz. En la bodega, te esperan más de 900 referencias. En la arena, camas y bajo la palapa, el lujo de comer bien, frente al mar, y hacerlo en uno de los grandes de Andalucía.
LA SIESTA
Jávea
Plagado de camas baline- sas y hamacas, es el lugar ideal para un desayuno o comida relajados frente al mar y, el enclave para tomar los mejores cócteles de Jávea o copas una vez entrada la noche. En este local del Grupo Javea Company se celebran cada día las pequeñas cosas que alegran la vida. Como tomar un desayuno libanés, darse un chapuzón en el mar y volver para comerse unos mejillones thai, una paella o un poco de sushi. Luego un cóctel, unos bailes y hasta que el cuerpo aguante. Te costará irte de allí, porque aquí se viene a todo. Menos a dormir, claro, aunque su nombre pueda indicar lo contrario.
LA XANCLA
Sitges
A 20 minutos de Barcelona, pero a años luz del ruido de la gran ciudad, este chiringuito del Grupo Lancaster es uno de esos lugares donde bajas revoluciones solo con sentarte. Rodeado de dunas y del Parc Natural del Garraf, lo suyo es sencillo: brasas, Mediterráneo y ese punto justo entre el comer bien y el estar a gusto. Sirven arroz a la llauna con sepia y gambas, espetos de sardinas, tapas de las que apetecen todas y carnes a la brasa. Todo con producto de proximidad. Al caer la tarde, el ambiente cambia. ¿La idea? Copa en mano, disfrutar de buena música y si la cosa se alarga, de la puesta de sol. Tiene varios premios y es sostenible con el entorno costero. ¿Quién da más?
MARXA
Sotogrande
¿Qué hace una jirafa en Sotogrande? Pues custodiar una parrilla de cinco metros y unas cuantas sobremesas. Este chiringuito entre colinas, dentro del resort SO/Sotogrande, lo tiene todo (animal incluido, se llama Moni, por cierto). Aquí hay brasas, cócteles, DJs y vistas al Mediterráneo que se asoma por cada rincón. La cocina que firma Leandro Caballero, se mueve entre el atún de almadraba, el cioppino, un estofado de pescado, en horno de leña y delicias como las almejas al fino en rama o el aguacate a la brasa. Entre plato y plato, un chapuzón en su piscina infinity. La música sube cuando baja el sol, el ambiente se sofistica. Pide un cóctel y déjate llevar. Ese es el plan.
OLI BA BA
Oliva
Oliva es para muchos una gran desconocida. A la sombra de Gandía o la vecina Dénia, no tiene nada que envidiar a nadie. Todavía conserva un buen puñado de playas con dunas de arena y concretamente en la playa de Les Deveses, este chiringuito es un clásico entre los clásicos. Lo reconocerás por los dos gigantes que asoman, que no son otros que dos esculturas como los moai de la Isla de Pascua. En la casa de Miguel Ángel García lo mismo te puedes comer una fideuà con los pies en la arena, que bailar por la noche en sus míticas fiestas. Eso sí, siempre con un Oli-Ba-Ba en mano: absenta, licor de manzana, vodka y maracuyá.
SES BOQUES
Ibiza
Dentro del bling bling al que acostumbra Ibiza, todavía hay sitios auténticos. De esos que te hacen reconciliarte con esa otra cara que tiene la Pitiusa. Y este es uno de ellos. Aunque acaben de perder al alma y creador de todo, al genuino Joan Portmany, la familia sigue al pie del cañón para que todo funcione como siempre. Aquí el postureo se deja fuera. Lo que haces es acomodarte en una mesa, a la sombra de los pinos y entregarte al placer de las cosas bien hechas: pescado salvaje, langosta, mariscos a la brasa, arroces y siempre, pan con alioli. Payés style. No hace falta nada más. Palabra.
TOC AL MAR
Begur
Clavado en la arena de Aiguablava, este restaurante a pie de playa podría pasar por un chiringuito más… hasta que ves su parrilla. En este negocio de Santi Colominas y Sandra Baliarda se cocina con madera de encina, se sirve solo pescado salvaje y el producto llega directo de las barcas del Cabo de Begur. Doradas, lubinas, escórporas, sargos, gambas de Palamós, pulpo de roca, langosta roja de Ramón… Pero también arroces que se terminan al horno de leña y que merecen peregrinaje, como el de erizos, otro con langosta, o el de nécoras y rosiñols. Como ellos dicen: buena mesa y buena brasa es señal de buena casa.
XUROY
Menorca
Coincidiremos todos en que las aguas de Menorca son increíbles, ¿no? Pues bien, imagina el plan. Un bañito desde un embarcadero en una zona tranquila de la isla (la Cala d’Alcaufar), seguido de una comida en el chiringuito de un hotel en pie desde los años 50. Camareros de los de antes, toldos que ondean al son de la brisa marina y platos más de kilómetro 0 imposible. Si esto no es el paraíso… Hay que sumarle la comida: raors en temporada, carpaccios de atún, carabinero o mero, pescados a la brasa y arroces. Y si se tiene que terminar el mundo aquí mismo, lo habremos disfrutado con creces junto a la familia Parpal.