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Drones que mapean grandes extensiones de viñedos para identificar posibles plagas. Sensores que miden la respuesta de cada frutal a la cantidad de agua suministrada. Tractores con conducción autónoma que automatizan la siembra optimizando la cantidad de semilla. La digitalización del campo –la captación de datos y su análisis– abre una nueva etapa de eficiencia y seguridad en la producción agroalimentaria. Hablamos de la revolución agrotech.
“Los agricultores tradicionales basan la gestión en sus conocimientos y en la intuición, en interpretar por dónde van los tiros”, explica Iván Lütolf, presidente y fundador de la asociación Agrotech España: “Nosotros aportamos datos objetivos, extraídos gracias a nuestras más de 40 tecnologías para tomar decisiones eficientes”.
Estas startups que ofrecen hardware y software diferentes para digitalizar la agricultura, ganadería y pesca, son esenciales para entender el calado del cambio. Una aportación que según explican desde Agrotech España, presta un millar de empresas en este país, cerca de un centenar integradas en la asociación, con unas propuestas que se podrían simplificar en dos.
La primera ofrece un conjunto de soluciones para captar datos: sensores, drones, imágenes satelitales o sistemas de planificación de recursos (ERP) con el objetivo de saber qué está pasando. En segundo lugar hay otra línea de herramientas de inteligencia de negocio que analiza el dato, que permite minimizar los costes de energía, regar aprovechando cada gota o aplicar productos fitosanitarios o fertilizantes, solo a las plantas necesarias gracias a tecnologías como inteligencia artificial, aprendizaje automático o realidad virtual.
EL TRACTOR AUTÓNOMO
“La agricultura ahora no depende del clima, depende de la tecnología. Puedes gestionar todos los procesos de la producción de una manera similar a como lo hace cualquier industria, porque tienes el mismo control sobre los procesos. Esa es la gran diferencia”. Lo explica Carmen Nicolás, CEO de Just Quality, una empresa española que opera en 86 países, especializada desde hace diez años en inspección y control de calidad.
Nicolás habla del agricultor del siglo XXI como “un profesional con alta cualificación y alto uso de las nuevas tecnologías”, muy alejado de la imagen del rudo hombre de campo que otea el horizonte. Pero, ¿hasta qué punto un campo gestionado por hombres y mujeres con una edad media de 61,4 años se sube a esta ola tecnológica? El factor edad es crucial en un sector en el que (también según la Base de Datos de Explotaciones Agrarias y Ganaderas) tan solo el 15% de los jefes de cultivos es menor de 35 años.
“Los jóvenes ven que el campo es una actividad muy exigente, y no siempre rentable”, justifica Lütolf: “Por eso es importante explicar que no hay por qué trabajar con la azada yendo todos los días a la finca. A través de estas tecnologías, muchas de sus gestiones hoy las pueden hacer en remoto, desde el sofá si quieren, pero lo más importante es la aportación del agrotech en términos de rentabilidad, dando viabilidad a sus explotaciones”.
Para Nicolás el cambio va por barrios: “Es cierto que las explotaciones aún están gestionadas por las viejas generaciones, muy reticentes al cambio, pero también que las explotaciones de tamaño medio y grande son mucho más profesionales”. Pero para esta consultora, la transición ya está ahí, “cuando entran los jóvenes, se gestiona de otra manera, incluso en las explotaciones familiares. Esa es la gran revolución”.
De este modo, el agrotech también puede convertirse en un aliciente para ese necesario rejuvenecimiento de la economía primaria. Para lo que cuenta con el soporte de un ecosistema startup que Agrotech España estima en el millar de empresas en 2023. Esta cifra le ubica como la tercera potencia del sector por número de operadores, en un ranking que encabezan Estados Unidos e India, según el primer Informe de sector de Agrotech España.
¿A QUÉ SABE UN TOMATE (HOY)?
Tecnologías que hablan de incrementar la producción, de reducir consumos y energía son, sin duda, buenas noticias para el productor, pero susceptibles de levantar suspicacias en el consumidor que prima la calidad: ¿vamos a comer mejor?
“La calidad no está reñida con este nuevo modelo de gestión del campo, todo lo contrario”, explica Nicolás en una afirmación que seguidamente matiza: “Desafortunadamente no existen variedades que sean altamente productivas y con alta calidad gustativa”.
El productor está obligado a decidir entre producción y calidad. Hay empresas para las que el volumen es su principal valor, que optan por variedades de alta productividad y tecnologías que multipliquen la cosecha; por el contrario, otras priman el cultivo de las variedades más selectas y aplican la tecnología para el cuidado de cada planta.
“Es cierto que cada vez más se diferencia entre las empresas con un producto estándar de alto volumen pero con menos valor organoléptico [las cualidades percibidas por los sentidos] y las especializadas en un producto premium”, continúa Nicolás: “En este caso, el sabor, el tamaño y el aspecto visual de la variedad son los que priman, pero desafortunadamente ahora mismo siempre tienes que sacrificar algo”.
En opinión de Nicolás, la agricultura de precisión va a dar viabilidad a muchas de estas plantaciones que apuestan por la calidad. “Cuando la puesta pasa por esas variedades de alto potencial organoléptico, si no pones tecnología en la producción fracasas. Permite no tener tanta dependencia del clima y alcanzar el potencial genético de la variedad cuando las condiciones atmosféricas acompañan pero, y esto es lo importante, también cuando no lo hacen, como ha ocurrido estos últimos años”.
¿MÁS SEGURIDAD ALIMENTARIA?
En un contexto de consumo como el europeo, el más exigente del mundo en términos de seguridad alimentaria, buscamos cuál es la aportación de este nuevo escenario en una de las mayores exigencias del ciudadano.
Y la respuesta es trazabilidad y transparencia en el etiquetado: clean label. “Tecnologías como el blockchain permiten saber sin ningún tipo de duda y sin que nadie pueda alterar la información, desde qué finca y productor ha salido una fruta o un cereal, pero también cada uno de los procesos en su camino al mercado”. Lütolf pone de ejemplo la polémica sobre el origen de la miel, ya que mucha de la importada de China se presenta como española: “Con blockchain se evitaría el fraude, porque es una tecnología que permite saber al consumidor que lo que compra está producido con los estándares europeos”.
La francesa Carrefour fue la primera en anunciar la aplicación de esta trazabilidad inviolable. En 2018 presentaba la integración del sistema en diferentes variedades de pollo, tomate, leche fresca o salmón, con la intención de ir sumando nuevos productos. En España la experiencia piloto se realizó con pollo campero de la gallega Coren y tecnología de IBM.
Sin embargo, una observadora de excepción como Carmen Nicolás considera que habrá que esperar para que el consumidor europeo disfrute de esta seguridad adicional: “Está en una fase muy inicial”. Y es que la revolución agrotech no ha hecho más que empezar, habrá que esperar para comprobar si cumple con sus promesas.
BIOTECH Y FOODTECH
Para ponerse al día en lo que la revolución agrotech significa, conviene diferenciar entre el aluvión de neologismos que pueden inducir al error: biotech y foodtech son dos de ellos:
- Biotech: “La aplicación de principios de la ciencia y la ingeniería para tratamientos de materiales orgánicos e inorgánicos por sistemas biológicos para producir bienes”. Con la críptica definición la OCDE alude a avances como la creación de variedades de cítricos resistentes a plagas, verduras que consumen menos riego, o tomates más olorosos.
- Foodtech: Concepto de la industria de transformación alimentaria que alude al uso de la tecnología y la innovación para mejorar la producción, distribución y consumo de alimentos de manera más eficiente, sostenible y segura. A ella se deben propuestas como la proteína de origen vegetal, pero también las app de comida a domicilio.