En 1992 el señor Ellena presentó un perfume fresco y vigorizante, centrado en notas de té verde y cítricos. Un perfume veraniego, de sol cuando se refleja como espejitos de plata en el agua. Un perfume dulce, con espíritu de promesa. Fue mi perfume durante los Juegos de Barcelona, con mi ciudad por fin abierta al mar, al mar y al mundo. Un perfume expectante, de quien aún lo espera todo de la vida. Yo tenía 17 años y aunque nunca ha sido mi fragancia preferida la he querido mucho y pocas han encajado de igual modo con el espíritu concreto de un momento.
A las puertas de este verano Bvulgari ha presentado una versión más densa, más madura de su histórica fragancia. El señor Ellena, que en 1992 tenía 45 años, hoy tiene 78. No sólo no ha perdido la luz sino que ha aprendido a usarla con más profundidad, conservando la suavidad de su hermosura pero dotándola de más sentido. Todavía por internet se puede encontrar la versión original: merece la pena comprarla, junto con la nueva. Lo que hay entre las dos es el resumen de una vida bien vivida, de un hombre sensible que ha sabido no ser terco, que se ha dejado influenciar por lo que ha aprendido, y que de la quema del paso del tiempo ha salvado el prodigio de su talento.
Las obras de arte tienen que reflejar al artista, y hacer lo mismo a los 80 que a los 20 es no haber vivido. El no cambiar de opinión está sobrevalorado. No son más honrados los que siempre piensan lo mismo: son menos inteligentes, menos permeables, lo que les ha sido mostrado no les ha servido de nada, han despreciado los dones que les concedieron.
Los dos tés verdes de Bvlgari reflejan a un mismo hombre en dos épocas distintas, también yo he cambiado con él y agradezco el matiz de la nueva caricia. De entre todas las creaciones artísticas, los perfumes son los que de un modo más impactante, y a la vez menos invasivo, nos remiten a un estado de ánimo, o directamente nos lo propician. Si en lugar de aplicarse en la piel se bebieran, probablemente serían considerados una droga. Más cosas que estarían prohibidas. Por suerte no es así y podemos continuar siendo adictos y sin sentimiento de culpa, regresando con el barco fantasma a lo que fuimos y tan felices nos hizo.