Sólo los verdaderos fans o puretas de Starbucks conocerán su verdadera historia. La realidad es que a pesar de que todos relacionemos sus orígenes con Estados Unidos, la famosa cadena nació en el corazón de Milán.
Italia fue el despertar de Starbucks. La inspiración de Howard Schultz, que en 1983 viajó a Milán y descubrió la riqueza y toda la cultura dentro de las cafeterías tradicionales de toda la vida, y el papel clave que éstas ejercían sobre la vida de los italianos, como lugares de encuentro y conexión. Ese ritual o momento social entre los baristas y los habitantes marcaría para siempre al entonces director de marketing de Starbucks, que, estimulado por sus experiencias en cafeterías como Camparino, exportó a Estados Unidos un nuevo modelo de cafetería que ofreciese más allá de un café. La idea consistió en replicar todo el imaginario con producto premium, atención personalizada y una atmósfera acogedora.

La reinvención de las cafeterías clásicas de Schultz acabaría expandiéndose por todo el mundo, llegando a Milán de manera especial, como una especie de tributo a esos orígenes con un gran templo del café, el arte y la cultura. En lugar de una tienda convencional, Starbucks abrió en la ciudad una gran Roastery.
Pasado, presente y futuro
Desde el exterior hasta el interior de su Reserve Roastery se puede apreciar cómo la belleza y el arte se integran perfectamente dentro de una obra arquitectónica en la que conocer el pasado, el presente y el futuro de la marca. Una especie de santuario en el que se tuestan, elaboran y se rinde culto a algunos de los cafés más extraordinarios del mundo. De manera paralela, se presenta asimismo como un laboratorio de innovación y formación en torno a la cultura cafetera, desde el que se tuestan y distribuyen los granos de Starbucks ReserveTM, servidos en las tiendas de toda la región EMEA.

Este edificio construido en torno al amor infinito por el café encapsula toda la pasión y la magia de Starbucks. Ubicado dentro del histórico Palazzo delle Poste, la Roastery se extiende a lo largo de más de 2.000 metros cuadrados de mármol, piedra tallada y detalles de cobre que evocan la tradición italiana con un giro contemporáneo.
La comunidad
Starbucks se ha convertido en el punto de encuentro en el que más allá de tomar un café, poder desconectar, conversar y crear vínculos con sus baristas, que comparten su pasión por el café. Un espíritu que se transmite, de igual forma, en el Roastery, con todo un equipo especializado que transmite su sabiduría al visitante.


Experiencias inmersivas
La creatividad de Starbucks embellece todo el edificio histórico situado a tan sólo unos pasos del Duomo. Desde su entrada con una escultura de su sirena representativa hasta una gran tostadora de bronce de seis metros situada en el centro del espacio. En su interior, el visitante puede descubrir de primera mano la ciencia del tostado de café a través de diferentes experiencias inmersivas distribuidas por todos sus espacios; como la panadería Princi, que deleita a los comensales con una delicada selección de repostería y platos salados como pan o focaccias.


Starbucks no sólo sirve café, también cócteles en los que diluyen el arte de la mixología desde su elegante bar de hotel de estilo milanés. Un espacio sofisticado en el que poder disfrutar de iteraciones líquidas como un Espresso Martini o su distintivo Cold Brew Negroni, así como mocktails elaborados con café.
Mientras tanto, en el Roast, tuvimos la oportunidad de unirnos a su equipo de producción para experimentar todo el proceso de transformación desde el grano verde de café arábica hasta el empaquetado, por todo el área de tostado de Starbucks Reserve. Una experiencia que todo aquel que quiera puede llevar a cabo, reservándola con antelación.


Otra de las actividades que el amante de la cadena puede llevar a cabo consiste en presenciar, gracias a su Coffe Lab, la preparación de un café a través de dos métodos de extracción diferentes con los que poder apreciar todas sus diferencias, el sabor y la calidad premium que caracteriza a Starbucks.