Cuando el clima acompaña y el reloj se relaja, las terrazas se convierten en verdaderos escenarios de placer. En estos idílicos espacios al aire libre, en los que el tiempo parece congelarse y las charlas fluyen sin prisa, hay combinaciones que elevan la experiencia a un nivel casi ritual. Una de ellas es, sin duda, la armonía entre Montecristo Edmundo y una buena cerveza clara o tostada, un maridaje cercano y fuera de lo habitual –además de muy agradable– que conecta tanto con un aficionado que se inicia como con uno experto.
Y es que Montecristo Edmundo se ha convertido en una vitola de referencia dentro del vitolario de la marca Montecristo (fundada en el año 1935) gracias a sus notas tostadas, terrosas y la potente densidad de su humo. Ideal para fumarlo sin prisas, acompañado de una cerveza de estilo Pale Ale o de las tan de moda IPA, que se caracterizan por sus aromas intensos y notas a vainilla, con una agradable sensación de amargor en el retrogusto. La clave está en el equilibro entre el Montecristo Edmundo y el estilo de la cerveza: los sabores intensos y una elevada fortaleza se acompañan y complementan para crear una sinfonía al paladar.
Cualidades que, sumadas a su amplio calibre (cepo 52) y una longitud de 135 mm, convierten a Montecristo Edmundo en el compañero perfecto para esos momentos en los que uno quiere desconectar del mundo al tiempo que reconecta con uno mismo o en compañía durante las placenteras sobremesas de la época primaveral. ¿Estas listo para disfrutar de esta experiencia?