No creemos en los hombres que quieren reinventarse ni mucho menos en aquellos que quieren rehacer su vida. Es poco masculino, es poco vertebrado. Sin embargo creemos en las versiones que algunos artistas hacen de obras de arte que les precedieron. Es habitual verlo en las canciones, con momentos muy brillantes y otros incomprensibles; también en el cine, muy regular ahí el infortunio.
Sin embargo los perfumistas nos han dado tardes de mucha gloria revisitando fragancias que fueron clásicas hace mucho tiempo. Es lo que en 1992 hizo Jean-Claude Ellena con Calèche, el primer perfume femenino de Hermès, obra de Guy Robert en 1961. Unió los dos bolsos más emblemáticos de la marca, Kelly y Calèche, para dar nombre a una fragancia que es la mujer moderna, suave, discreta, intencionada, rosa, iris y cuero, sin ninguna estridencia pero con toda la fragancia. Si en primeros perfumes femeninos, Calèche incluído, se basan en el despliegue apabullante, a partir de que la finura del señor Ellena cambia la élite de la perfumería mundial se entiende que la elegancia sólo puede ser sutil, e insinuarse mucho más que resultar aplastante.
Kelley Calèche es la rosa y el iris envueltos en un cuero muy suave. Un cuero clasista, lejano, como el que envuelve las hojas de naranjo, la bergamota y la mandarina (además del musgo blanco) en el Agua Noble, su más logrado homenaje a Antonio Puig, junto a la Agua Lavanda Iris. Esta suavidad a la vez tan precisa y sugerente, está sólo al alcance del talento de este maestro perfumista de todos los tiempos.
Con Kelly Calèche, el señor Ellena dibuja a la mujer libre, emprendedora, digna de sí misma, nada quejica, como hizo Giorgio Armani con el traje-chaqueta. Son retratos muy elocuentes, que quedan lejos del victimismo actual que todo lo convierte en causa.
Hermès, en su deplorable trato a su cliente europeo e ilustrado, ha tenido el mal gusto de descontinuar o casi las cuatro grandes versiones que creó J-CE de sus perfumes clásicos: Rose Amazone, Vetiver Bel Ami y Equipage Geranium, junto a este Kelly Calèche, que aunque no es imposible, cuesta mucho de encontrar y hay que recurrir a las tiendas de saldos de internet. Hermès cuenta con todo nuestro reconocimiento por su interpretación del lujo: es la gran casa y las siguientes quedan a tanta distancia que ni se pueden ver.
Pero en su trato al cliente se ha vuelto un compendio de la vulgaridad. Es un permanente desprecio altivo, mecanizado, protocolizado, sin ninguna empatía, y con vendedores y -sobre todo- procedimientos de muy poca clase. La falta de respeto con que trata sus tesoros forma parte de este desprecio.
Supongo que tienen estudiado el público al que se dirigen y ya no somos nosotros. Sólo nos queda llorar.