El jabón de manos es difícil de recomendar, sobre todo si lleva perfume, porque condiciona demasiado lo que haces a continuación y es peligroso en según qué circunstancias como por ejemplo comer. Unas manos que huelan demasiado a algo pueden traicionar el olor de un plato.
En Sorn (Bangkok) vi que el chef Ice tenía el jabón de manos de Le Labo por lo menos en el baño de caballeros. Es un jabón muy frustrante porque la fragancia de hinoki es genial pero luego no existe una traducción en perfume que te la puedas poner a discreción. Y claro, no podemos estar todo el día lavándonos las manos, sobre todo cuando no estamos en casa.
El hinoki da algo que te llama la atención pero sin perturbar, sin invadir. Pero es algo que está ahí, que no se marcha, y en Sorn se come bastante con las manos y el jabón me acompañaba pero sin molestar. Me recordaba que estaba allí, pero más por si necesitaba algo que para competir irritantemente con el gusto de los platos.
A media cena y sin ganas de ir al baño me levanté sólo para volver a lavarme las manos y recuperar la intensidad de hinoki en mis dedos. No es algo que yo suela hacer. Durante los siguientes días traté de comprar este jabón en los distintos córners de Le Labo por los que pasé, cruzando centros comerciales camino de los restaurantes. En ninguno de ellos lo tenían, tampoco en el aeropuerto.
Se había agotado en Bangkok. Finalmente lo encontré en el aeropuerto de Doha, y lo compré. Es verdad que lo habría podido pedir por internet en Barcelona, pero yo soy ya un señor mayor y siento a veces la nostalgia de cuando mi abuela volvía de los viajes y abría la maleta y nos había traído todo lo que en la lejura le había impresionado.
Este jabón de manos tiene algo mágico que además no molesta ni perjudica el perfume que en cada momento te quieras poner. El bajo precio, sobre los 30 €, asegura que por lo menos probarlo no pueda hacerte ningún daño.