La legendaria pastelería, que acaba de cerrar sus puertas para siempre, encapsula historias de espías y secretos de guerra. Embassy, fundada en 1931, deja tras de sí un legado que trasciende la alta repostería con un papel clave en la Segunda Guerra Mundial, pasadizos secretos y una red de ayuda a refugiados judíos que parece sacada directamente de la ficción.
La revolución la inició la irlandesa Margaret Kearney Taylor en los años 30, cuando llegó de París a Madrid y fundó la confitería en pleno Paseo de la Castellana. Ésta muy pronto se convertiría en el punto de encuentro para damas de la alta sociedad, diplomáticos y artistas.

En sus vitrinas relucían pasteles de limón y fresa, tartas de manzana, scones escoceses y bombones artesanos, mientras que en sus elegantes salones servían delicados sándwiches, té en porcelana fina y platos salados que más tarde darían lugar a un servicio de cátering pionero en su época. Pero lo que sucedía bajo todo ese escaparate fue lo que realmente tuvo un impacto a nivel histórico.
Entre embajadas y conspiraciones
Durante la Segunda Guerra Mundial, Embassy se convirtió en un espacio clave del espionaje internacional en Madrid. ¿La razón? Su privilegiada ubicación, próxima a las embajadas británica y alemana, y justo al lado de la Friedenskirche, la iglesia protestante frecuentada por el cuerpo diplomático alemán. Entre pasteles y tés, los espías de ambos bandos se cruzaban.

Mientras la Gestapo, liderada en Madrid por Paul Winzer, y la maquinaria de propaganda nazi vigilaban cada rincón, Embassy fue el lugar perfecto para pasar desapercibido. Una trinchera silenciosa en la que miles de refugiados judíos encontraron una salida a su persecución.
El sótano de Embassy
Gracias a un acuerdo tácito entre Kearney Taylor y el embajador británico en Madrid, Sir Samuel Hoare, el sótano de Embassy, en el que se horneaban los pasteles, fue adaptado como refugio para judíos y opositores al régimen nazi que cruzaban ilegalmente la frontera española.

Allí, en secreto, se les daba comida, asistencia médica y, en muchos casos, dinero para continuar su huida hacia Gibraltar, Portugal o Galicia. Según diversas fuentes, la embajada británica llegó a destinar más de 1.000 libras al día para mantener la operación y se estima que unas 30.000 personas pudieron ser evacuadas a través de esta red.
Una leyenda urbana incluso sostiene que desde el sótano de Embassy salía un túnel secreto que cruzaba bajo La Castellana y conectaba con las embajadas de los aliados. ¿Mito? ¿Realidad? Nunca lo sabremos.