Las inclinaciones por las que a veces elegimos lo que compramos pueden ser misteriosas, y hasta aleatorias, y más si lo hacemos a distancia. De Le Couvent había comprado algunos perfumes -Saiga, Hattai, Aqua Paradisi, Mimosa- todos por supuesto de Jean-Claude Ellena, pero por motivos más allá de mi comprensión no había reparado en Smyrna.
Lo que más me llama la atención es que la descripción de Smyrna es muy clara: rosa y pimienta negra, que son los ingredientes que más me atraen. Y por veces que entré en Fragantica (que para mí se ha convertido en una guía mucho más importante que Michelin o 50 Best) no reparé en este perfume ni en sus ingredientes y compré otros que me gustaron mucho, y de los que he escrito en estas páginas. Hasta que por fin hace quince días entré en la descripción de Smyrna y mi sorpresa fue tal que hasta comprobé los detalles en la web de Le Couvent, pensando que si no había dado antes con la fragancia era por algún error de Fragantica. Fue un rodeo inútil, porque Fragantica no se equivoca nunca.
Compré la fragancia y cuando al cabo de unos días llegó, la probé y efectivamente era mi perfume y pensé: ya no quiero oler nada más en mucho tiempo, me quedo con Smyrna para siempre y empecé a decírselo a todo el mundo y a molestar sobre todo a mi hija poniéndole el perfume a todas horas y en todos los momentos, porque es diferente cuando sales de la ducha que antes de acostarte o mientras estás haciendo los deberes de algo que no te apetece. Además, me di cuenta de que me había equivocado en el tamaño y que lo había comprado de 50 ml, de modo que al cabo de pocas horas hice otro pedido por el frasco de 100.
El caso es que al cabo de tres o cuatro días recibí otro perfume que, con el subidón de Smyrna, no recordaba que había comprado y era Peonia, también de Le Couvent y del señor Ellena. Y claro, por mucho que mi relación con Smyrna ya hubiera sido oficialmente anunciada, probé Peonia y tuve un momento de vacío interior -eso tan molesto que se parece a la angustia pero sin llegar a ser un ataque- y pensé, este perfume, esta Peonia, tan vegetal, tan espiritual, tan directa a lo que importa, yo voy a necesitarla en muchos momentos de mi vida.
Y fue así , y fue inmediatamente así, porque el día 3, o sea hace nada, nos fuimos a Ibiza a celebrar los cumpleaños de mi mujer y mi hija, y viajé con Smyrna, aprovechando además que tenía el frasco pequeñito, y fue un acierto, y me hizo sentir muy bien, pero he de decir que en algunos momentos de Jondal, sobre todo al principio, cuando nos sirvieron el champán, pensé en que me gustaría tener conmigo mi Peonia, y que con el calor y el azul tan brillante del mar y las burbujas y los aperitivos de caviar, lo exacto habría sido poder oler la pureza de mi Peonia, tan estilosa, tan simple, tan cortante.
Smyrna se ha convertido en mi perfume base, en el que me pongo sin pensar. El que sé que me entiende, el que lo dice todo de mí sin tener que presentarme, el que si por un violento accidente muero y quedo desfigurado, cuando mis allegados se acerquen a reconocer el cadáver y noten el olor, empezarán a llorar porque se darán cuenta de que ya no pueden aferrarse a ninguna esperanza de que no sea yo.
Pero Peonia, tú, Peonia, no pienses ni por un instante que lo nuestro ha terminado. Para ti los días complicados, cuando todo nos estorba, empezando por nosotros mismos; para ti los días de los nervios como los hilos de la luz, porque en tu desnuedez no hay artificio ni nada alegórico o cargante, ninguna parte de mí reflejada que tanto me puede llegar a irritar los días en que no me soporto.
Hay algo muy verde, mezclado con lo suntuoso de la peonia, esa mezcla, que tan potente y ultrasexy no te la ni una rosa.