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Calidad como mantra

El Honda CR-V en su versión híbrida enchufable, el SUV más premium de la marca, acompaña a Pachi Rodríguez del restaurante âme a lo largo de la jornada.

El Honda CR-V se abre paso por las calles de Barcelona exhibiendo su diseño exclusivo e imponente, de líneas elegantes y definidas. Dentro va Pachi Rodríguez, chef y propietario del restaurante âme, que se dirige al mercado como manda la rutina para hacerse con el mejor producto fresco y de proximidad. Y es que esa calidad de la propuesta, que se aprecia no sólo en el plato sino también en el diseño del espacio o en la atención, es la seña de identidad del que fuera reconocido con la T de Oro de Cataluña por la Guía Tapas en 2024. Un proyecto que se puso en marcha con el objetivo de experimentar con la alta gastronomía desde un punto muy creativo y hacer la experiencia más accesible al público. “No perseguimos la grandeza sino mantenernos fieles a lo que somos, a nuestra naturaleza. Durante el servicio salimos, hablamos e interactuamos con el comensal porque lo que buscamos es la conexión con las personas”, comparte Pachi.

Una búsqueda de la cercanía que ya se practica en el mercado, donde nuestro protagonista habla con sus proveedores y donde hace acopio de todos esos productos de proximidad que alimentarán la propuesta de âme en un único menú degustación: los guisantes del Maresme, las gambas, tomates y fresones de Palamós o las verduras del Mediterráneo. Y es que trabajando con este tipo de materia prima lo que se aseguran es mayor frescor y punto óptimo de la misma. Con la cesta llena, Pachi coloca las bolsas en la parte trasera de los pasajeros, un espacio que destaca por su amplitud y los materiales de alta calidad. Como ocurre con los asientos de piel, los cuales son, además, reclinables y deslizantes en ocho posiciones para aportar flexibilidad.

Así, la comodidad reina a lo largo del camino que Rodríguez debe recorrer hasta el restaurante gracias a los niveles superiores de confort del Honda CR-V, como es ese techo solar panorámico practicable, y el sistema Honda SENSING 360. Un momento de puro disfrute que él aprovecha para llamar, a través del sistema de conectividad del coche, a Juan Esteban Longo (Sous Chef), a quien informa del producto con el que trabajarán hoy y con quien organiza la jornada. Porque la comunicación entre los tres cocineros que forman el equipo de âme es fundamental: “Nos encargamos de todo, de cocinar, de la sala, del servicio del vino… Al ser cocineros, entendemos el restaurante como si fuera una cocina, dividido por partidas, pero todas comunicadas. Eso nos permite saber lo que necesita cada uno en cada momento y apoyarnos mutuamente para avanzar”, comparte Pachi.

Evolucionar, avanzar o mejorar son conceptos que tienen Pachi, Gareek (jefe de cocina) y Juan Esteban muy presentes en su día a día y que practican de forma individual, pero también grupal. Por eso uno de los momentos más bonitos de la jornada para los tres es sentarse al terminar el servicio con una copa de vino y hacer balance del día, de lo que ha salido bien y de lo que es necesario mejorar. Una exigencia, perseverancia y trabajo en equipo que en Honda se practica de la misma forma para crear automóviles cada vez más eficientes y adaptados a las necesidades del conductor. Tal es el caso de este Honda CR-V, que mejora en todos los aspectos para ser ahora más grande, más premium y completamente equipado de serie, como resultado de la evolución de una silueta familiar. Un “upgrade” automovilístico que también se refleja en su motorización híbrida enchufable, lo que le permite a Pachi circular en modo 100 % eléctrico durante todo el trayecto gracias a la autonomía de 82km. Una función que lo convierte, además, en un vehículo responsable con el medioambiente, ya que no consume ni produce emisiones mientras circula por la ciudad.

Una vez en el restaurante, la maquinaria se pone en marcha para que los comensales puedan disfrutar al 100%. Pero ¿cuál es la señal que le hace ver a Pachi que el servicio ha sido bueno? Él lo tiene claro, que el cliente se vaya feliz, ese es su objetivo y su último propósito. “Al comienzo del servicio nos presentamos y, cuando termina, hablamos un poco con ellos para que nos cuenten qué tal la experiencia, lo que les ha gustado especialmente o qué cambiarían”, confiesa. Porque la satisfacción de quien viaja como de quien come es fundamental para que la experiencia sea memorable.

Pachi Rodríguez: «Nuestro nivel de exigencia no está relacionado con la insatisfacción sino con la curiosidad y las ganas de mejorar.»

¿Cómo nació tu pasión por la cocina?

Crecí toda mi vida en Venezuela. La historia de mi familia es un poco particular porque, por parte de padre, es muy grande, de zona rural y muy humilde. Ahí todos cocinaban y ayudaban, es más, yo recuerdo que, cuando era pequeño, quien cocinaba era mi padre, por lo que el valor del cariño a través de la comida lo he aprendido desde bien joven. Cuando estábamos comiendo mi padre y yo, ya pensábamos en lo que íbamos a preparar más tarde. Más adelante, como siempre me gustó la ciencia, estudié Química en Indiana. Comencé a trabajar de ello y estaba bien, pero en un viaje a Francia me comí un cassoulet y me encantó la versatilidad de ese plato. Entonces decidí gastarme todo el dinero que tenía en viajar y comer; volví a Venezuela y renuncié a mi trabajo por la cocina. Me di cuenta de que era una forma de mostrar cariño, pero también de experimentar. Fui a Estados Unidos a trabajar de ello y pasé por todas las especializaciones, pero cuando vine a Barcelona a estudiar un master descubrí la alta gastronomía y eso de usar recetas clásicas utilizando métodos modernos para resaltar o conseguir otra textura. Empecé a trabajar en todos los restaurantes gastronómicos que pude hasta abrir âme.

¿Cuál era vuestro objetivo primordial cuando abristeis âme?

Estábamos buscando un restaurante gastronómico donde pudiéramos experimentar con la alta gastronomía, pero también desde una forma más informal, más accesible al público, más creativo en el sentido de desarrollar al máximo cada ingrediente, hacer combinaciones arriesgadas y utilizar métodos clásicos para un mundo moderno.

¿Qué determina para vosotros la calidad en la cocina? ¿Qué es lo fundamental para que la propuesta sea sobresaliente?

Podemos verlo desde el lado de los ingredientes, es decir, trabajar con el mejor producto posible y desarrollar su potencial al máximo. Pero también puede ser desde el lado del equipo, es decir, esa capacidad conjunta para sacar el máximo, esa pasión, ese deseo de experimentación… Porque si no hay eso, la cocina se queda estancada. Por tanto, creo que la creatividad y curiosidad de un equipo es lo que hace especial una cocina.

¿Cómo es de importante el producto y su frescura para vosotros?

Al trabajar con producto de proximidad aseguramos el mayor frescor y su punto óptimo. No es lo mismo un tomate o fresón del Maresme que otro recogido cuando estaba algo más verde para que llegase en su punto tras atravesar el país. Nosotros, como pequeño comercio que somos, tenemos que apoyar a los pequeños productores porque si no, ¿cómo voy a esperar que los vecinos y la comunidad hagan lo mismo conmigo? Esto genera un ciclo interesante.

¿Cómo os organizáis siendo un equipo tan pequeño?

Somos tres cocineros que nos encargamos de todo, del servicio en cocina, de la sala, del vino… Eso nos permite saber lo que necesita cada uno para poder apoyarnos mutuamente y avanzar más allá. Antes, cuando salía un plato a la sala, el único feedback que teníamos era lo que nos decía el camarero, ahora hablamos nosotros directamente con el comensal. Así hay otra conexión que se abre más al diálogo y eso nos da la oportunidad de mejorar. Luego, al final del servicio nos quedamos hablando y compartiendo para ver cómo podemos mejorar. Porque las recetas no son siempre las mismas, sino que van evolucionando.

¿Qué creéis que es lo más importante a tener en cuenta para que haya un buen entendimiento entre todos?

La comunicación y comprensión, porque no todos tenemos la misma situación dentro y fuera del trabajo ni necesitamos lo mismo. Nosotros tenemos el acuerdo de no alzar nunca la voz ni insultar; si yo no quiero que me lo hagan a mí por qué se lo voy a hacer a otros. Nos tenemos que apoyar.

¿Cómo se consigue una fluidez en el servicio con un equipo tan pequeño?

Con comunicación. Ayuda mucho el hecho de que somos todos cocineros y por tanto tratamos al restaurante como si fuera una cocina, dividido por partidas, pero todas comunicadas. Cuando vemos que uno va más justo, le preguntamos qué necesita (vino en la mesa 2, pausar estos platos) y le ayudamos. El momento más bonito para nosotros es sentarnos todos por la noche al terminar el servicio con una copita de vino y hablar de lo que ha pasado ese día. Si no identificamos el problema, no podemos encontrarle la solución. Y es que es importante recordar que no somos super hombres y podemos con todo.

¿Dónde está vuestro nivel de exigencia?

Está en un lugar que nos empuja a ir siempre más allá. No está relacionado con la insatisfacción, sino con la curiosidad y las ganas de mejorar, de cambiar el enfoque. Esa exigencia sí que genera un poco más de trabajo, de constancia.

¿Qué aspectos se tienen que dar para que consideréis que habéis ofrecido un buen servicio?

Que el cliente se vaya feliz. Cuando comienza el servicio nos presentamos y cuando termina hablamos un poco con ellos para que nos cuenten qué tal la experiencia, lo que les ha gustado especialmente o qué cambiarían. Siempre buscamos que el cliente se vaya feliz, ese es nuestro objetivo y nuestro último propósito.

¿Qué te ha parecido el Honda CR-V y qué es lo que destacas de este modelo?

Me encantó. No sólo porque es muy cómodo sino también por la vista 360º de la cámara, que te permite hacer las maniobras con total seguridad. Luego, me sorprendió la facilidad para cargar el teléfono y conectarlo, teniendo así acceso al GPS, contactos, llamadas… Sería el coche que me compraría sin duda.