Equipo Navazos celebra este 2025 su vigésimo aniversario. Su corta historia, en un marco como el de Jerez en el que el tiempo es un valor tangible, ha dejado una impronta única en la gastronomía de medio mundo. Es, por derecho, uno de los proyectos más singulares del panorama vinícola español. El proyecto nació a finales de 2005 de la alianza entre Eduardo Ojeda –químico, enólogo y entonces director técnico de las bodegas del Grupo Estévez– y Jesús Barquín, profesor de Derecho Penal en la Universidad de Granada y director del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología. Ambos compartían una profunda pasión y conocimiento por los vinos generosos andaluces, especialmente aquellos que permanecían en el anonimato en las bodegas tradicionales de la región.
La filosofía fundacional del proyecto, más ligado en sus orígenes a lo emocional que al propio negocio, consistía en cazar esos viejos y olvidados tesoros contenidos en botas –nombre que reciben las barricas de roble de 500 litros que conforman sus criaderas y soleras–. Su trabajo empezó hace dos décadas localizando, seleccionando y embotellando pequeñas partidas de vinos escasos a los que se había perdido la pista. Todos ellos con una personalidad única, procedentes de bodegas del Puerto de Santa María, de Sanlúcar de Barrameda y también de fuera de Cádiz, con Montilla-Moriles entre sus territorios fetiche.
«Creemos que estamos aportando un grano de arena en la larga y venerable historia de los vinos tradicionales andaluces, y estamos orgullosos de ello. No es fácil hacer algo realmente significativo cuando se tiene detrás una historia de siglos e incluso de milenios», explica a Tapas Barquín. Su incursión en el mercado de los vinos generosos supuso un cambio de paradigma para el sector y una visión mucho más fresca de un tipo de vinos con el que cuesta seducir a consumidores más jóvenes. «Cuando hemos recibido premios y reconocimientos, siempre hemos subrayado que cualquier cosa de mérito que pueda tener Equipo Navazos es porque hemos podido hacerla subidos a hombros de gigantes: las generaciones de vinateros que han protagonizado la historia de los marcos de Jerez y de Montilla, y los viñistas, capataces y bodegueros actuales con los que tenemos la suerte de trabajar», añade.
Los sumilleres, en el marco de la alta cocina, vieron muy pronto el potencial. Lo hicieron de la mano de Vila Viniteca, una de los distribuidoras más selectos de Europa que apostó decididamente por una idea tan romántica como esta, en la que esas joyas se embotellaban casi exclusivamente para un círculo íntimo de amigos y conocedores.
Un homenaje literario como carta de presentación
El debut comercial de Equipo Navazos llegó con un amontillado natural viejo que había permanecido dos décadas sin comercializarse. La primera de sus aventuras se realizó bajo la marca «La Bota de Amontillado Navazos», un guiño directo al relato «The Cask of Amontillado» que Edgar Allan Poe publicó en 1846, donde el vino servía como elemento central de una trama de engaño y venganza.
La primera saca tuvo lugar en diciembre de 2005, cuando se seleccionaron 600 botellas procedentes de la bodega Miguel Sánchez Ayala en Sanlúcar de Barrameda. El lote provenía de un conjunto de 64 botas de amontillado que reposaban en el sueño de los justos desde 1986. Aunque la intención original era destinar estas botellas al consumo privado entre amigos, la insistencia de algunos de ellos convenció a Ojeda y Barquín para comercializar pequeñas cantidades al público general, siempre manteniendo una producción artesanal y limitada.
Esta decisión dio origen a las sucesivas ediciones que consolidarían la identidad de la bodega: La Bota de Amontillado «Navazos», La Bota de Fino «Macharnudo Alto», La Bota de Palo Cortado «Bota Punta» y La Bota de Manzanilla, entre otras referencias que se han convertido hoy, para quienes conservan alguna de ellas, en codiciados objetos de culto y coleccionismo. «En nuestra percepción, lo más valioso que hemos aportado (hasta ahora, porque todavía nos queda cuerda…) es haber sido pioneros con Navazos Niepoort 2008 y La Bota de Florpower 2010 de los vinos blancos de viña y añada sin fortificar que algunos dan en llamar ‘vinos de pasto'», comenta Jesús Barquín.

El éxito que trascendió fronteras
El éxito de Navazos trascendió las fronteras nacionales, por primera vez, de la mano de esa histórica bodega portuguesa dirigida por Dirk Niepoort. Un acuerdo entre revolucionarios –en el caso del enólogo luso con el Duero y sus blancos como protagonistas– que se rubricó en 2008. Desde entonces, han embotellado conjuntamente algunas añadas de este vino blanco seco, que no es ni un fino ni una manzanilla, elaborado con palomino fino de los mejores pagos. Fruto de su ambición por recuperar una tradición que se remonta al siglo XVIII, cuando los vinos de Jerez destinados al consumo local no se fortificaban.
Lejos de la imagen que algunos tienen de Equipo Navazos como una especie de ‘cazadores de tesoros’ pero no elaboradores, Barquín subraya: «Más del 90% de nuestros vinos y destilados han sido hechos (incluso desde la viña) por Eduardo Ojeda y el personal bajo su dirección. O bien con una importante participación nuestra en la toma de decisiones en colaboración con viñistas y bodegueros amigos».
Otra de sus colaboraciones más celebradas, especialmente en el mundo de las armonías gastronómicas, es su espumoso Colet Navazos –extra brut y brut nature– de la mano de Sergi Colet. Una auténtica rareza enológica en la elaboración de dos Clàssic Penedès, a los que durante el proceso de degüelle se les añade a modo de ‘dosage’ una pequeña cantidad de amontillado y palo cortado, en un sincretismo de cultura enológica tan radical como creativo.
Culto al exótico mundo del vinagre
Veinte años después de su fundación, Equipo Navazos presenta una selección de sus últimas entregas que incluye no solo vinos generosos, sino también vinagres y vermuts singulares.
Piezas únicas como el viejísimo vinagre al moscatel de La Bota 126, una de las pocas que la bodega Páez Morilla de Jerez custodia casi desde el anonimato como un tesoro. Un producto muy especial que supera varias décadas de crianza como vinagre que se añaden a los casi veinte años de crianza como vino, para rondar los cincuenta años de vejez total. El tiempo (hallado) y embotellado en cualquiera de sus formas.