Opinión Salvador Sostres

Kérylos (2024), de Jean-Claude Ellena para L’Objet

Ha sido mi fragancia principal durante los últimos dos años. No es que me la haya puesto cada día, ni siquiera es la que me he puesto más, pero ha sido mi fragancia de los días inciertos y decisivos. La que me ha hecho sentir seguro y tranquilo. En momentos de zozobra siempre he tenido Kérylos conmigo. Entre 2024 y 2025 he comprado entre 30 y 40 perfumes, y algunos memorables (pienso sobre todo en Essence Rare y en Pivoine Souveraine, de Houbigant, y Musc & Jasmine de Le 100Bon, las tres de Jean Claude y Celine Ellena) pero Kérylos es la que siempre me ha acabado acompañando cuando no sabía lo que iba a pasar y necesitaba tener alguna seguridad durante toda la jornada y pensar “bueno pase lo que pase yo voy a jugar en casa”.

Las notas de salida son pomelo, yuzu, grosellas negras y mandarina; las de corazón son gálbano y resina almáciga del lentisco; y las de fondo, hierba, almizcle, sándalo, musgo, caramelo y maltol, un compuesto orgánico utilizado, principalmente como potenciador del gusto.

Cuando pienso en mi vida y cómo me han ido las cosas, y sobre todo en cómo me han hecho sentir, me doy cuenta de que al final nada me define tanto, ni me da tanta tranquilidad, como los cítricos de Jean-Claude Ellena. Durante muchos años mi perfume principal fue Bigarade Concentrée, del señor Ellena para Frédéric Malle y desde entonces nunca he podido ir a ninguna parte sin él. No solo han sido los cítricos porque el número que organicé en L’Artisan Parfumeur del boulevard Raspail, comprando todos los frascos de Bois Farine que tenían, por si se acababan, porque entonces comprar por internet no existía y no había tiendas de l’Artisan en España, fue también de los que marcan una época, por lo menls en mi vida (y en mi hacienda).

Todo lo que me ha pasado en los últimos 25 años tiene que ver con Jean-Claude Ellena, a quien no conozco y me parece compartir con él una extraña intimidad. No sólo porque me hayan gustado sus perfumes, que me han gustado, y mucho, sino porque es como si hubiera hablado con ellos y les hubiera confesado la verdad más oculta de mis sentimientos. Oculta incluso para mí, la mayor parte de las veces. Estamos acostumbrados a que algunas canciones o poemas tengan este poder evocador y la capacidad de conducirnos sin esfuerzo a nuestros al interior de inexploradas cavidades del corazón. Un perfume puede hacer esto y con menos ataduras que algo escrito que necesariamente tiene que responder a alguna lógica.

Kérylos con su amarga frescura inicial y su secado igualmente limpio, pero más acogedor, más intimista, habla del mar pero no desde el agua sino desde donde solemos mirarlo. La hierba, el musgo, el sándalo somos nosotros mirando el mar desde el acantilado. Somos nosotros tranquilos, somos nosotros perdidos y encontrados, somos nosotros en nuestra esencia mediterránea, y jugando siempre en casa.