Vino

Viaje a Vizcaya en cinco vinos

El txakoli, elaborado con variedades autóctonas únicas, cuenta la historia de un territorio mágico e indómito hecho de monte y salitre.
San Juan de Gaztelugatxe, el Rocadragón de Juego de Tronos. Foto: Francisco Lindo

Al adentrarse en las bellas e indómitas tierras de Vizcaya, una bruma salina avisa al viajero de que las mareas y la magia imperan sobre lo ingobernable. Desde los profundos valles de las Encartaciones hasta la comarca costera de Lea-Artabai, la más oriental, se alternan parajes fascinantes y muy diversos: la impresionante Reserva de la Biosfera de Urdaibai, el mítico monte Oiz, Bakio -capital del txakoli y de los vinos de Vizcaya- y sus playas salvajes, Bilbao y su gastronomía inabarcable, Guernica -ya curada de los bombardeos- y su Árbol de los juramentos o ese San Juan de Gaztelugatxe de sangre y fuego (el tortuoso Rocadragón que dio refugio a Daenerys Targaryen en Juego de Tronos).

Las viñas conquistadoras de la D.O.P. Bizkaiko Txakolina se asoman a todos ellos, salpicadas por las espumas del Cantábrico y por el verde imposible de los valles del interior. “Los vinos de Vizcaya son vinos de aromas ancestrales, finos, profundos y afilados; siempre en constante evolución. Adornados con mil matices, muestran la expresión de una tierra mágica”, nos cuenta el comunicador experto en vinos José Ignacio Junguitu.

El pellizco del Atlántico

Los vinos de Vizcaya se forjan entre brumas salinas y verdes imposibles. Foto: Bodegas Itsasmendi

El txakoli, con su sugerente frescura y una capacidad de guarda asombrosa, representa una tradición ancestral que el pueblo vasco ha custodiado con ardor durante siglos. La curiosa palabra tiene un origen incierto, y podría proceder de la expresión etxeko ain -lo justo para casa-, o de etxeko egina -hecho en casa-.

Garikoitz Ríos, del Consejo Regulador de la D.O. Bizkaiko Txakolina, nos explica las particularidades de los txakolis de Vizcaya: “Las aproximadamente 425 hectáreas de viñedo actuales se ubican en un territorio delimitado por el mar Cantábrico y los Pirineos, que nos dotan de una identidad atlántica muy marcada. Esto conlleva una personalidad muy diferencial con el resto de España. La acidez y el carácter distintivo de las añadas son dos de los aspectos más reseñables”.

Las diferencias entre los vinos de Vizcaya son muy significativas, y surgen de la rica diversidad geológica y microclimática de las distintas zonas de producción -todo el territorio de Vizcaya por debajo de los 400 metros-. Para Gari Ríos, los tesoros varietales autóctonos, la Hondarrabi Zuri y la Hondarrabi Zuri Zerratia, son fundamentales para entender la originalidad de esta región y sus vinos. “Apenas cultivadas en el complejo mapa varietal mundial, nos aportan una diferenciación notoria”, destaca.       

Quien vela por estas deliciosas singularidades y por el futuro del txakoli en Vizcaya es la Bizkaiko Txakolina, una Denominación de Origen muy inquieta que vuela hacia adelante sin olvidar sus raíces. “Actualizamos permanentemente nuestros reglamentos para dar cobertura a la evolución del propio sector”, apunta Gari Ríos.

Ieup! Barrikan Txakolina 2019

Un txakoli para quitarse el sombrero. Foto: Magalarte Lezama

La bodega Magalarte Lezama ensalza esas atractivas particularidades desde Lezama (a poco más de 10 kilómetros de Bilbao), en el corazón del Valle de Txorierri. Su Ieup! Barrikan Txakolina (12 euros) nos traslada el magnetismo de aquel territorio sombrero en mano.

Andoni Aretxabaleta, su enólogo, lo define así: “De nuestros viñedos más viejos de Hondarrabi Zuri, cuyas cepas dan bajos rendimientos de uvas concentradas en azúcar, acidez y sabor, obtenemos el mosto que se fermenta y cría en barricas de roble francés dando lugar a este Bizkaiko Txakolina berezia [son los que tienen al menos cinco meses de crianza] untuoso, largo y vibrante”. 

Mirene 2020

Este txakoli centelleante contiene la máxima expresión de la Hondarribi Zuri. Foto: Gure Ahaleginak

Gure Ahaleginak se sitúa en Orduña, un bello paraje que antiguamente se conocía como ‘la Ruta de las Bodegas’. Mirene (15 euros), con sus aromas revoltosos a membrillo y cítricos y la huella del contacto con sus pieles y sus lías, es el homenaje del enólogo Arkaitz Larrazabal a sus dos hijas mayores –la centelleante etiqueta se inspira en dibujos suyos-.

“Mirene es mi manera de entender un blanco de calidad, contiene la máxima expresión de la Hondarribi Zuri. Es un vino elaborado para disfrutar sin prisas, dejando que vaya expresando su carácter atlántico”, dice. Y estamos absolutamente de acuerdo. Los vinos de Vizcaya no merecen otra cadencia.

Ama 2015

Un vino irrepetible que solo se elabora en añadas excepcionales. Foto: Gorka Izagirre

En Larrabetzu, las viñas de la bodega Gorka Izagirre se enredan en los cimientos del restaurante Azurmendi. De hecho, ambos nacieron al mismo tiempo. En 2005, el chef Eneko Atxa y su tío Gorka Izagirre diseñaron un proyecto familiar para poner en valor la cultura enogastronómica de la zona y dar una nueva vida al producto local. Diecisiete años después, su valentía revolucionaria les ha convertido en embajadores de un “placer identitario” que no conoce límites.

Desde Gorka Izagirre defendieron desde el principio el potencial de guarda del txakoli, y su AMA (34 euros) es un canto irrepetible a aquella aparente quimera. “Es nuestro vino más especial, 100% Hondarrabi Zerratia procedente de nuestro viñedo Astoreka, situado en Larrabetzu. Ha de ser un año excepcional para que decidamos elaborarlo, pues sin una uva perfecta y un trabajo exquisito en bodega, AMA no sale al mercado”, afirma Jose Ramón Calvo, enólogo de Gorka Izagirre.

Homenaje a las cepas madre

“Cuando alguien ha de dar nombre a algo único e irrepetible piensa en su madre, su Ama. Piensa en cómo ellas fueron nuestro agarre a la vida y nuestro apoyo para crecer, igual que un zarcillo para la vid. Nuestra etiqueta muestra la figura de una madre, de una cepa madre, con sus hojas, pámpanos y zarcillos. Pero si os fijáis en ellos veréis que no son solo dibujos. En dorado están escritos los nombres de las madres de todas las personas que trabajaron para hacer de AMA una realidad, las madres de las personas que pensaron que en nuestra tierra también se podía hacer un gran vino blanco de guarda”, añade. Su danza de flores, hidrocarburos y pinceladas amieladas, forjada al abrazo de las lías, envuelve la garganta con sutileza y promete vida durante años.

Eklipse 2017

Eklipse abrió camino para que la D.O. incorporara la Pinot Noir como variedad autorizada. Foto: Bodegas Itsasmendi

Dicen que Gorliz es el municipio vizcaíno con más horas de luz al año, donde más tarde se pone el sol. Por eso el sorprendente Eklipse (23 euros), de Bodegas Itsasmendi, tiene nombre de fenómeno astronómico. “Nace en el 2010 reconduciendo dos parcelas ubicadas en el encinar de suelos calizos sobre el mar Cantábrico en Muskiz y Gorliz”, detalla Gari Ríos, director técnico de la bodega.

Fruto del proyecto de I+D Comportamiento agronómico y enológico de las varietales Pinot Noir y Hondarrabi Beltza, en colaboración con la Diputación Foral de Bizkaia y la D.O. Bizkaiko Txakolina, Eklipse abrió camino para que la D.O. incorporara la Pinot Noir como variedad autorizada.

Este pionero tinto atlántico está impregnado de monte y salitre, del relato que rodea a Itsasmendi, situada en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, junto al Golfo de Vizcaya. Elaborado con Pinot Noir (42%), Hondarrabi Beltza (48%) y Cabernet Franc (10%), funde en un eclipse perfecto la oscuridad de los frutos negros, la complejidad del chocolate y la frescura balsámica.

Arima

Este vino de vendimia tardía es fruto de lo impredecible. Foto: Gorka Izagirre

Y antes de regresar al mar de asfalto, paramos una vez más en Gorka Izagirre para bailar con su Arima (21 euros), un blanco naturalmente dulce de vendimia tardía impredecible y subyugante.

“Es nuestra parte más dulce, nuestra alma (Arima significa Alma en euskera). Partiendo de la inquietud por conocer los límites de la variedad, hace ya casi 15 años que decidimos dejar unos racimos de Hondarrabi Zerratia en nuestros viñedos y ver hasta dónde podíamos llegar”, cuenta Jose Ramón Calvo, enólogo de la bodega.

Esos pequeños racimos se quedan en el viñedo hasta que la temida botrytis marca el momento de la vendimia. “Nunca sabemos ni cuánta uva cosecharemos ni con que concentración de azúcar hasta que tenemos en nuestras manos el preciado mosto”, explica. Aunque para entender la grandeza de este vino, basta con asomarse a sus mieles y frutas casi caramelizadas; a sus especias dulces y sus flores; a su crujiente seda.