Opinión

Un paseo gastronómico por Barcelona

A pesar de que ha sido una de las grandes damnificadas durante la crisis provocada por la Covid-19, la ciudad condal sigue siendo un destino culinario predilecto en Europa.
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Arroz caldoso de setas y alcachofas, en Moments.

Barcelona ha sido una de las grandes damnificadas durante esta crisis provocada por la Covid-19. Las políticas menos laxas en cuanto a libertad de horarios y aforos, ha provocado que la ciudad condal haya perdido brillo en detrimento de Madrid, donde parece que el panorama gastronómico está en plena ebullición con nuevas aperturas y nuevos conceptos. No puedo negar que Barcelona siempre ha estado en mi corazón, y aunque siento cierta añoranza por aquellos años de esplendor gastronómico, este artículo está dedicado a los empresarios y hosteleros de esta ciudad, con la esperanza de que este 2022 traiga por fin la ansiada recuperación y vuelta a la normalidad.

Los que conocen bien Barcelona, saben que esta ciudad siempre ha presumido de tener un aire cosmopolita y chic, que tradicionalmente se ha basado en su cercanía a otras ciudades europeas, lo que la hacía más permeable a nuevas tendencias gastronómicas. Un dato que llama la atención es que Cataluña sigue siendo la Comunidad Autónoma que más restaurantes con Estrella Michelin ostenta en el año 2022, con un total de 49, de los cuales 19 están radicados en la ciudad barcelonesa. Este dato no hace nada más que confirmar que Barcelona, a pesar de las adversidades, sigue siendo un destino gastronómico predilecto en Europa. Uno de mis predilectos con estrella Michelin es el restaurante Moments, en el Hotel Mandarin Oriental de Barcelona. Este restaurante continúa ganando premios y devotos gracias a su cocina creativa, fresca y saludable inspirada en la cultura culinaria de Cataluña. Dirigido por la chef Carme Ruscalleda y su hijo Raül Balam, Moments ofrece una de las mejores experiencias gastronómicas de Barcelona, apostando por la cocina de proximidad y los productos de temporada.

Uno de mis favoritos para algo mas casual es Auto Rosellón, un restaurante muy personal, que va a la par con su alma máter, Ronit Stern. El nombre de esta casa de comidas contemporánea responde a dos características del local: su ubicación, esquina, donde se cruzan el carrer Rosellón con Enric Granados, y su historia. Aquí tuvo su sede durante más de 50 años un taller de coches donde se amontonaban piezas y herramientas de automóviles. Abierto en el año 2016, este establecimiento ubicado en el Eixample barcelonés apostó por desmarcarse y prescindir de etiquetas. Ni es un local de brunch, ni una cafetería de desayunos, tampoco se decantan por hacer cocina fusión ni mediterránea, ni tampoco es un bar de tapas, o restaurante de platillos y menú. Es todo eso y más a la vez. La única forma de definirlo que le pega es “Casa de Comidas”. Casual pero sensual, con muchos aromas, muchos sabores -sobre todo de la tierra-, muchos colores y muchas texturas que conviven y se complementan. Así es la línea directriz de las creaciones culinarias de la casa. Recetas de autor variadas, excelentes, internacionales y cosmopolitas, preparadas a la vista del comensal con productos frescos de gran calidad (no hay nada congelado) en gran parte de km 0, es la base de toda la carta. En resumen: mucho culto al producto, bien trabajado y con poca intervención en cocina.

Una comida con amigos en fin de semana es perfecta en el restaurante Tragaluz, que se reinventó hace un par de años en toda su esencia, con un concepto más fresco, healthy y con más sabor a Italia. Una nueva experiencia que empieza por la cocina para entrar en una sala cuyo renovado interiorismo se integra con árboles en su interior. Los muchos años de experiencia y viajes de los dos chefs, Alex Durán y Mateo Spinelli, permiten reflejar en la carta todo el espíritu de la cocina italiana con influencias mediterráneas.

Cuando quiero comer algo contundente, El Chigre 1769 es mi sitio predilecto. Tienen sin duda la mejor fabada de Barcelona. Entre sus ingredientes principales se cuentan las fabas frescas D.O. Asturias como grandes protagonistas. En concreto, las suyas proceden de la localidad de Navia y son la base de una fabada que se caracteriza por su extrema suavidad aun permaneciendo muy presente toda la potencia de sus sabores. En cuanto al compango (morcilla, chorizo y lacón), los que se emplean en El Chigre 1769 son también de origen cien por cien asturiano, en concreto llegan desde Avilés. Junto a la zanahoria y la cebolla, que proceden de agricultores locales de Barcelona pertenecientes a la comunidad Slow Food, se logra finalmente una fabada cuya armónica sinfonía de sabores se perciben en conjunto, pero manteniendo la presencia y percepción de cada ingrediente por separado.

Llamber, frente al Mercado de Born, es un lugar al que voy a disfrutar cada vez que lo visito. Cada uno de los platos que componen su carta, basada en una selección de tapas creativas pensadas para compartir y experimentar, es una irresistible combinación del mejor producto seleccionado con mimo, un alarde de técnica impecable y grandes dosis de creatividad. Todos los platos que componen la carta de Llamber están disponibles para degustar de una manera más informal en las mesas altas y la barra de la zona de la entrada o bien en la zona de mesas del salón del fondo.

Casa Rafols, la que fue la ferretería más emblemática de la ciudad condal durante más de cien años, se reinventó como restaurante con una propuesta gastronómica basada en preparaciones caseras y una cocina mediterránea de temporada y tradicional. Ofrece cocina ininterrumpida, desde las 12h hasta medianoche, de lunes a domingo, y un menú que presenta gran variedad de platos que conforman una oferta pensada 100% para compartir, aunque también pueden degustarse de forma individual. Todas sus preparaciones son caseras: desde los platos con pescados ahumados y marinados, como el salmón, la lubina, las sardinas o los boquerones; hasta el foie o todos los postres están elaborados en el local por el chef. Ofrecen también una gama propia de conservas, aceites y vinos creados con productores locales.

En pleno Raval de Barcelona, uno de mis preferidos es Cañete, una mezcla de tradición y modernidad que sin duda hace las delicias de los paladares más exigentes. Los comensales pueden elegir entre “Barra” o “Mantel”, es decir, entre un picoteo rápido o una comida más relajada. Ambos locales están conectados por la cocina. Pescados y mariscos frescos de las lonjas catalanas y verduras de temporada procedentes de agricultura de proximidad, son las señas de identidad de este local que desde el año 2015 cuenta con llenos absolutos todos los días. No puedo dejar de mencionar Ca l’Isidre, reabierto en el año 2020 por la hija de los fundadores de este mítico restaurante de Barcelona, quien combina esa cocina clásica con un toque burgués que sigue atrayendo a una clientela muy fiel con platos sencillos de cocina tradicional bien hecha.

Por último, en el barrio de Sant Antoni, Sucursal Aceitera es mi preferido. Productos kilómetro cero, sencillos y bien presentados, con una materia prima excepcional que en la mayoría de los casos se cultiva en el huerto que los dueños tienen en Esparreguera. Sus guisos son una autentica delicia, como las carrileras de ternera cocinadas como un fricandó. No hay ningún amigo al que le haya recomendado taberna que no le haya gustado y que no se haya vuelto un fan absoluto de su cocina.

La lista sería interminable, que me perdonen mis amigos hosteleros barceloneses por no haberlos citados a todos, pero al menos este artículo sirve para demostrar que aún llevo a Barcelona en mis papilas gustativas.