Reportajes

Así comían los hippies de Woodstock

Un picnic improvisado en el festival de Woodstock
Un picnic improvisado en el festival de Woodstock, 1969. Foto: Getty Images.

Cada año por estas fechas, algunos nostálgicos evocan aquel verano del 69 en el que un festival de música puso un nombre a la contracultura, la música, la paz y el amor: Woodstock. 

El abrazo entre Baron Wolman y el guitarrista de The Who, Pete Townshend, en el backstage de una de las últimas ediciones del festival Mad Cool de Madrid fue realmente memorable. Pero Wolman, editor histórico de la revista Rolling Stone y fotógrafo de Woodstock, eligió los boquerones en vinagre de Bodegas Ricla (Cuchilleros 6, Madrid) como el mejor momento de su viaje.

Devorando dos a la vez, da un trago al vermut –»Esto es Coca Cola sin gas»– y dice que el viaje ya ha merecido la pena y que puede volver a Albuquerque sin fotografiar a Neil Young. Wolman dispara el flash desde la puerta de la bodega y cambia el vino macerado en hierbas por un Rioja.

El fotógrafo viajó a la capital junto a Michael Lang, director de Woodstock, para presentar una exposición fotográfica en la primera cita del festival madrileño e inmortalizar de paso a Gary Clark Jr., Flume o Band of Horses. Y, entre bonito del Norte y pimientos de piquillo, recordaba la gastronomía de esa histórica cita musical con aforo para 50.000 personas, pero que acogió a más de 300.000 y obligó a las autoridades a cerrar las fronteras canadienses para evitar el colapso.

Hippies y granola

«No recuerdo haber comido en todo el festival, no sé si me explico…», confesaba Wolman. En lo que ambos coincidieron es en que nadie viajó a esa granja de Bethel por las viandas, pero había que comer para empapuzar toda esa bebida y estupefacientes.

Los más visionarios montaron sus propios food trucks con menú de guerrilla: hamburguesas y perritos. Y la organización contrató a un equipo de cocineros para cocinar recetas exclusivamente a base de huevos: tortilla para Janis Joplin o Joe Cocker; revueltos para Jimi Hendrix y Santana.

«Pero no hubo ni una sola queja. La gente había viajado por otras razones, no les interesaba comer», aseguraba Lang. El otro ingrediente estrella del festival fue la granola, que reunía los ingredientes necesarios: era low cost, energética y contundente. El objetivo era saciar a bajo coste. «La cuestión es que se cocinaron unas 5.000 raciones del tirón, así que decidimos empezar a repartir cereales entre el público de las primeras filas. Creo que aquella fue la primera vez que muchos de esos hippies probaron la granola».

En 2019 se celebró el 50º aniversario de Woodstock y Wolman, claro, lo registró todo con su cámara, aunque su frustración con la fotografía sea proporcional al avance de los programas de edición y la democratización de Photoshop. Y es que a estas alturas de su vida creemos que ya sólo tiene una certeza: los boquerones en vinagre.

 

*Artículo de Rebeca Queimaliños publicado originalmente en el nº 15 de TAPAS. Si quieres conseguir números atrasados de la revista, pincha aquí.