Nombres propios

Juan Luis Cano, el humor con sentido

En casa de Juan Luis Cano (Madrid, 1960) hay un billar francés, vida, vino (bodegas Baltasar Gracián), aceitunas y la guitarra de Juan Manuel Cañizares sonando de fondo. A esto se le une una caja de recuerdos traída de un viaje a la antigua Yugoslavia. Fotos, paquetes de tabaco con caracteres cirílicos, monedas y un mechón de pelo verde cuidadosamente doblado. En el salón de Juan Luis, Madrid tiene otro punto de vista y todo pilla cerca: tanto un cajero como una ciudad del Este de Europa. Creó junto a Guillermo Fesser Gomaespuma, un auténtico hito del humor radiofónico. “He tenido verdadera obsesión –dice–por intentar que la gente se acerque a lo que a mí me hace disfrutar”.

Ha dicho que se le puede preguntar por cualquier cosa.

Se me puede preguntar de cualquier cosa porque lo bueno de las historias, cuando las cuentas, es que sean buenas, no que sean ciertas.

¿Es verdad que tiene un sentido de la orientación horrible? 

Y es cierto. Es impresionante. A mí me das una vuelta por mi casa con los ojos cerrados y me pierdo. Siempre voy pensando en las musarañas y en mis cosas y no me fijo. Más que tener un sentido de la orientación horrible, diría que es que no me fijo en las cosas por donde paso, entonces no cojo referencias y luego no sé volver a los sitios. Para que te hagas una idea: Me he tirado quince años o más yendo a jugar al fútbol al mismo pabellón de deportes en Colmenar Viejo todos los martes. Bueno, pues me sigo perdiendo.

No me quiero imaginar cómo fue el viaje que hizo a la antigua Yugoslavia cuando tenía dieciocho años… 

En un R8 [Renault 8], el primer coche que tuve. Queademás era de mi abuelo. Pues fuimos… porque yo creo que era todo línea recta [risas]. Fue una aventura maravillosa. Lo pasamos fenomenal. Íbamos prácticamente sin dinero, hicimos contrabando de café… Son las locuras que se hacen con dieciocho años. Me parece que nos habíamos ido un mes y pico y llevábamos unas doce mil pesetas, que nos gastamos en café en la frontera, en Trieste, para luego venderlo en Yugoslavia, en el mercado negro, por un dineral, porque allí no había café.

¿El mundo, entonces, era tan diferente que la forma de vivir era también distinta?

No. Yo creo que no es tan diferente. Las preocupaciones son las mismas y la manera de afrontarlas yo creo que también. Lo que pasa es que tienes a tu alcance otras herramientas y hay determinadas circunstancias que varían. En la época que yo estudiaba periodismo, evidentemente, no había una situación de paro como la que hay ahora (en general), pero cuando yo estudiaba había tres periódicos, una tele y cuatro radios. No había más. También era muy difícil encontrar trabajo para la gente joven y existían los becarios (aunque no se llamaban así) que trabajaban gratis. No lo estoy defendiendo, en absoluto. Me parece lamentable, pero quiero decir que las circunstancias tampoco eran tan fáciles para los estudiantes, la gente joven (imagino que para la gente más mayor, la situación de paro y de crisis que hay ahora no es la misma). Vivíamos en analógico, pero las circunstancias eran las mismas: los padres se preocupaban igual por los hijos cuando llegaban tarde, pero asumían que no podían saber nada de ellos hasta que volvían.

Fue en la universidad, en cuarto, cuando crearon ‘El Flexo’. ¿La forma de reírse de las cosas era distinta? 

Bueno, quizá bastante más descerebrada. Ten en cuenta que veníamos de una época muy dura en la que había una censura tremenda cuando este país empezaba a despertar. Era diferente. Ahora llevamos una larga etapa de democracia y por eso nos llama la atención este retroceso que se ha hecho en los últimos años con respecto a la libertad de expresión. Pero bueno, ante la censura… el ingenio. Lo triste es que tengamos que llegar a eso.

¿Es cierto que iban a clase disfrazados?

Sí, pero era algo muy habitual. Aparecíamos disfrazados o con pelucas. Santi [Alcanda], Jaime [Barella], Guillermo [Fesser] y yo formábamos un grupo de cuatro amigos que hacían todo juntos. Fue con ellos con los que hice el viaje a Yugoslavia.

¿Tuvimos una ‘generación Gomaespuma’?

No lo sé. Mira, yo no entiendo el fenómeno youtuber, pero no lo entiendo por generación, porque no me toca. Se me escapa. Pero esto no significa que sea mejor o peor el tipo de humor, lo que estoy diciendo es que es otra manera de contar las cosas que a mí no me hace gracia. Me parece excesivamente simple. Siempre ha habido un tipo de humor (que se ha perdido ya), el humor de la imitación, de los chistes y tal. Pero luego había otro tipo de humor un poquito más elaborado. Siempre habrá gente muy buena haciendo monólogos, como Faemino y Cansado, que son los genios, pero también otros como Miguel Lago o Luis Piedrahita. O sea, que el humor siempre va a estar ahí. Es una válvula de escape maravillosa, pero sobre todo es una patente de corso para decir cosas que de otra manera no se podrían decir.

¿El humor va en paralelo con la educación?

Lo creo firmemente. Pero va más en paralelo con la cultura. Hay un determinado tipo de humor con el que te tienes que haber leído por lo menos un libro, porque si no, no lo vas a pillar.

¿Lo que llamamos ‘humor inteligente’?

No creo que sea más o menos inteligente. Es que tienes que tener referentes. Si te hacen una broma o haces tú una basándote en unos referentes que el de enfrente no tiene, no lo va a entender. En cambio, si tú hablas de un borracho o de un señor que se tira un pedo, todo el mundo va a saber lo que es. Hacer humor inteligente o no inteligente es eso: los referentes que tiene el que hace la broma y el que la recibe.

©Nani Gutiérrez