Cultura

Jorge Ilegal: «Cocinar es imprescindible, más que lavar la ropa»

El artista publica 'La lucha por la vida', un disco de canciones inéditas en las que canta con cerca de una veintena de invitados.
Jorge ‘Ilegal’ posó para TAPAS el 1 de marzo en Cervecería Alemana (Pza. Santa Ana, Madrid). Foto: Diego Martínez.

La calidad de Jorge ‘Ilegal’ Martínez (Avilés, 1955) como músico está fuera de toda duda. Fundador de Ilegales, la banda con la que debutó discográficamente en 1983 y que le ha dado el sobrenombre o ‘apellido’ por el que es conocido internacionalmente, no sólo ha dejado una estela de grandes canciones atemporales que han acompañado a varias generaciones, sino que se ganó merecida fama de polemista y provocador en el programa de televisión Moros y cristianos, que presentaron Javier Sardá, Jordi González y Antxón Urrusolo.

Ahora publica La lucha por la vida, un disco de canciones inéditas (casi todas), en las que Jorge canta con cerca de una veintena de invitados de tan diverso pelaje como Loquillo, Josele Santiago, El Niño de Elche, Bunbury, Guille Galván y Juanma Latorre (de Vetusta Morla), Luz Casal, Andrés Calamaro, Luís Rodríguez (de León Benavente), Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez (de M Clan), Cucho Parisi (de
los argentinos Los Auténticos Decadentes), Coque Malla, Carlangas (de Novedades Carminha), Evaristo (de La Polla Records), Kutxi Romero (de Marea) o el mismísimo Dani Martín. Un envidiable poder de convocatoria el de Jorge…

Siniestro Total se dispone a ofrecer en mayo su concierto de despedida y en su propaganda afirman, acerca de su trayectoria, “40 años sin pisar la Audiencia Nacional”. ¿Has tenido tú que ir en alguna ocasión a algún juicio por algún exceso verbal?

No; yo he tenido que ir al juzgado por otro tipo de juicio y me han acusado de hasta siete delitos distintos. Pero no he tenido que pisar la Audiencia Nacional [risas]. Pero sí he notado que se están metiendo últimamente con que los textos de no sé qué canción que, dice, induce al odio. Creo que hay problemas en concreto con ¡Heil, Hitler!, que es un tema intencionalmente provocador y, en su momento, un juguete necesario; creo que el problema está más en el oyente o en el que la critica que en la canción en sí. Ahora no podemos decir nada.

Habíamos conquistado unas cotas de libertad muy altas al final de los años 70 que se han terminado diluyendo. Y se han diluido, en parte, por culpa nuestra: por culpa de los grupos o de los artistas en general que no son especialmente transgresores y por todas estas bandas expertas en callar hablando y todas esas canciones que no dicen nada.

También está el caso contrario: los mensajes llenos de babas y escupitajos, que tampoco dicen nada porque no aciertan a los objetivos que al frente se divisan, que es a los que hay que disparar y acertar con precisión. A estos les aconsejaría una lectura de esa colección de escritos de Schopenhauer El arte de insultar.

¿Cómo es que te has animado a hacer un disco de colaboraciones en el que casi todas las canciones son inéditas o desconocidas?
Elegí primero las canciones y después elegí quién cantaría cada una: “A éste le va bien este tema”, “a éste le va bien este otro”. Y el sistema ha funcionado de maravilla. En vez de utilizar las canciones más conocidas y hacérselas cantar a los artistas más en boga, hemos utilizado un sistema diferente: con material nuevo, mirando al futuro y una vez elegidas las canciones dejar que ellas elijan a los intérpretes.

También contamos con una baza en Ilegales y es que tenemos un gran prestigio entre la gente de la profesión, porque una cosa es lo que ocurre desde la puerta del camerino hacia fuera y otra lo que ocurre de la puerta del camerino hacia dentro. Y ahí dentro tenemos un prestigio máximo.

Creo que lo que más ha sorprendido es la presencia de Dani Martín
Dani es un tipo que ha crecido mucho como intérprete y hace pop porque le sale de los cojones, pero tiene capacidades vocales para hacer muy buen rock. Casi toda era gente a la que no conocíamos de nada y a la que hemos llamado a teléfono frío.

Les mandaba la canción y la mayoría de la gente respondía de manera inmediata. Recuerdo especialmente una tarde del verano pasado en que le enviamos la canción a Iván Ferreiro y cinco minutos después nos decía: “Oye, no conocía esta canción, pero está de puta madre”. ¡Claro que no la conoces, es una canción nueva! Pero la bordó; todos las han bordado. Nos podíamos haber perdido en el amiguismo y haber llamado a los colegas.

De hecho, en el grupo había gente que decía que teníamos que llamar a tal o a cual, pero yo me fiaba de lo que me pedían las canciones. Y que conste que tengo muchos amigos muy capaces, que podían haber hecho grandes cosas, pero no están en este disco.

¿Por qué crees que en los grupos de larga trayectoria la gente siempre se acuerda de las canciones del primero o del segundo disco, y el resto que van surgiendo no consiguen tener el mismo peso en la memoria colectiva?

Es curioso eso que señalas. Es una impronta muy curiosa y he observado lo que sucede en otros países donde el primer disco publicado era otro y son esas primeras canciones que escuchan las que les impactan más. Les pasa como a
los pollos, que si lo primero que ven al nacer es un perrito creen que el perrito es su madre y se identifican con él. Pero es algo que les pasa también a los Rolling Stones: su mejor época es cuando hicieron Brown Sugar y, sin embargo, Satisfaction los ha vencido definitivamente.

Tienes 66 años pero te conservas estupendamente. ¿Es falsa tu fama de bebedor o es falsa tu fama de que no haces deporte?
Buceo en el Cantábrico de vez en cuando y me tiro tres o cuatro horas en el agua, pero voy de tarde en tarde. La mayoría de mis cosas es por cuestión genética y mientras el baile continúe, ¡pues a bailar!

Uno de tus discos se titulaba El apóstol de la lujuria, pero alguna vez has dicho que tu pecado favorito es la gula…

A mí me interesa la gula como pecado y creo que es un pecado que está muy bien y que hay que explorar a fondo. Hay comidas que me gustan muchísimo. Con tal de que no sean cosas con lácteos y pasta, me como todo lo demás. En principio todo es comestible, incluso una tortilla de aspirinas.

¿Tú cocinas?
Sí, sí, pero no cocino pijoterías: me gusta la comida ‘de comer’: potes asturianos, fabada, lentejas, garbanzos… Mi madre me dijo que había que poner las legumbres a remojo y todo lo demás lo he aprendido de algún manual de la olla exprés. Cocinar es imprescindible, más que lavar la ropa.

¿Y eres más de comer o de café, copa y puro?
Hay copas que son digestivas, pero yo no soy de beber mucho. Es decir, puedo beber tres días seguidos pero luego me repugna y me paso temporadas de desintoxicación. Me pasa igual con todas las drogas, no sólo con el alcohol. Me pasa hasta con el café: me puedo tirar quince días limpiándome el organismo. No tengo una personalidad adictiva y con las comidas tampoco.